Utopías del mañana en el presente rural
Utopías del mañana en el presente rural es un texto de Valentín Vía realizado en octubre de 2020. Valentín fue seleccionado como colaborador para las sesiones experimentales de pensamiento y escritura Claves para un manifiesto de las Jornadas de pensamiento xxi.
Pensar un espacio de libertad. Un perímetro utópico, en muchos momentos, porque parece autoconsumirse, agotarse, cuando se intenta llevar a la práctica dichas ideas. Apuntes que nacen como intervenciones necesarias, cambios, encuentros y comuniones en un paisaje concreto, delimitado por una fina línea invisible como si de un jardín se tratara. Lejos de los núcleos culturales más congestionados y estructurados hay que llevar a cabo una investigación e integración tanto del espacio pero también teniendo en cuenta a los aspectos culturales del entorno. Un territorio abierto e imperfecto, alejado de muchas dinámicas neocapitalistas pero aún así dependiente del factor económico. Trabajar para vivir pero también con una clara incisión en su naturaleza y sentido ya sea para regenerar, reinventar y, sobretodo, activar.
En estos momentos, querer lo colectivo, abrazar una armonía de grupo, de tribu. Desde la máxima seguridad del espacio para respetar lo afectivo, lo personal e identitario para integrarse en estas utopías y hacerlas realidad. Todo ello es un acto subversivo en estos tiempos. Tanto si es la primera vez como si por desgracia, se vuelve la última, estas experiencias hay que construirlas desde una horizontalidad total pero también siendo conscientes de su impacto. Cambiarlo todo desde dentro, desde su interior para dotarlo de otro sentido y explorarlo en otro contexto. Utopías que existen para compartir y para estar que todas estemos tranquilas. Se vuelven imprescindibles para intervenir dichos paisajes, tierras y ante todo organismo vivo. Contra la invasión del cuerpo y para los cuerpos que lo pueblan. Olvidar estigmas y problemas de la deriva contemporánea para dejar fluir la mirada, conocerse y generar otras formas de vincularse con lo real y el entorno.
Espacios donde lo personal no es político. Sino que es colectivo porque no se comparte sino que uno vive en el otro y viceversa. Compartir no existe en estas dinámicas porque uno no aporta algo material en estas utopías. Sino que se obliga a ser uno mismo. Uno se traslada en un espacio y tiempo determinados para ser. Ajeno a su mundo en un ciclo natural donde todo sigue un curso, la comunidad se instala para adaptarse y seguir sus dinámicas y establecer nuevos micropaisajes. Explorar la memoria de la tierra, tocarla y acariciar el tiempo (pasado).
Estas utopías son proyectos que se piensan para abrir la tierra, recuperar su memoria y pasado, y volver a ese origen reconectando desde otro ángulo. Pensar el horizonte no como límite sino un núcleo que se expande. Un espacio sin límites delimitado por la autoconsciencia de todas las acciones y por la intervención artística. Ética de la no-invasión, de la emancipación de la ciudad como anti-paisaje, de lo urbano como estética agotada, para huir no hacia a pueblos o casas, sino terminar en "no-lugares" porque el tiempo ha suprimido su fisicidad para dejarlo en un conjunto de ruinas de las que ya no se puede identificar nada. No hay hogar, no hay comunidad ni colectividad, no hay posibilidad de volverse un núcleo cultural sin una reconstrucción en todos los sentidos. Y por eso hay que considerarlas utopías.
Aunque la gran pregunta es cómo mantener estas estructuras? Cómo poder sostener estos proyectos a nivel económico? De qué forma poder generar una posibilidad laboral en lo rural desde la actividad cultural? Y cómo hacerlo justo para todos? Si huir de los epicentros culturales genera un éxodo hacia lo rural habrá que evitar la invasión y la alteración tanto ecológica como cultural. Hay que sembrar proyectos en vez de extirpar. Hay que regar poco en vez de dejar que se vuelva un desierto. O evitar que se pudre por excesiva agua. Generar una sostenibilidad coherente con otros proyectos e instituciones locales es la meta idónea porque conseguirlo quiere decir que la utopía se convierte en un proyecto, en una estructura en perfecta conjunción y sentido con el paisaje. Llegar a este punto en un tiempo a largo plazo o pensarlo como un objetivo muy claro, será necesario y viable. Por el contrario, una utopía se convierte en distopía cuando parece volverse contra la comunidad, cuando el sentido se desvanece y el paisaje se vuelve un territorio de conflicto. Sembrar y cuidar aquello que vive y crece es la base para tener un jardín único y especial o un campo en el que se abran las posibilidades de todos los factores hacia lo impredecible, es decir, hacia la sintonía absoluta o, por lo menos si ésta no es posible, hacia un terreno de sinergias e intercambio de miradas que se erigirá por encima de las bases del propio proyecto. La utopía dejará de serlo porque se habrá terminado para pasar a ser un constante cambio y adaptación. Como si de animales u otros organismos nos tratáramos...