HABITAR - EL CINE

De Galaxxia
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HABITAR - EL CINE es un texto realizado por Paloma Hernández en junio de 2021 en el marco de la convocatoria de pensamiento y escritura de Gravedad13.

En el verano de 1987, tras acabar un épico documental Sennen kizami no hidokei - Magino-mura monogatari (La historia de la Aldea de Magino) Ogawa se enfrentó a un nuevo problema: no tenía ningún lugar en el que mostrar su película.

Así que construyó un cine.

El Teatro de los Mil Años (Sennen shiataa) era una estructura tradicional hecha de tierra, palos, tatami y paja que los cineastas de la película (el Colectivo Ogawa Pro) y sus admiradores trajeron desde las montañas a un espacio de construcción vacío en Kyoto. Construido específicamente para mostrar esta película, este cine efímero fue en parte una proyección experimental, en parte una última respuesta desesperada a una cultura del cine que cambiaba rápidamente.

Encuentra aquí toda la historia, y la manera de hacer y habitar el cine del Colectivo Ogawa Pro https://issuu.com/courtisanefestival/docs/tsuchimoto_ogawa-issuu

En Garabelos, una aldea de Lugo, un cuentacuentos llamado Anxo Moure abre hace años un cine paraíso, es el Cinema Palleiriso. Este está construido dentro de una palleira, una construcción típica de Galicia, las entradas para las sesiones son hojas de los árboles de alrededor y las paredes son de piedra. Aquí se puede acceder a cine de calidad sin tener que trasladarse a ningún centro comercial. No sé cuánta gente viviría en Magino (Japón), pero supongo que cantidades similares a algunas tierras de Lugo. Aquí también se trata de una proyección experimental en un contexto de una cultura del cine que sigue cambiando rápidamente.

Mira la sala de Cinema Palleirisohttps://www.elespanol.com/quincemil/articulos/actualidad/cinema-palleiriso-la-nueva-y-cinematografica-vida-de-un-viejo-pajar-de-chantada-lugo

Cuando comenzamos a jugar a imaginar (músculo que ejercita el cine) Cinema Semente, imaginábamos un cine pequeño, muy cómodo (a veces uno se duerme en las proyecciones (y no pasa nada)) en algún lugar de Galicia. Encontramos por internet, si es que es esto carne de catálogo, un sinfín de nombres de aldeas abandonadas que nos llevaban a las zonas interiores de nuestro territorio.

Todas ellas eran espacios en los que plantar la utopía de un centro cinematográfico, gestionado de manera comunitaria, como se gestionan aún los montes en Galicia.

Habitar y gobernar, de Amador Fernández Savater es el libro que más me ha revuelto últimamente. Me ha ayudado a recordar que la gestión cultural siempre se me ha presentado (desde que me despegué de la piel los años académicos en el contexto de la carrera de Historia del Arte) como una lucha, como un acto de interrupción colectiva de las maneras establecidas de ver y de vivir.

Eso es también lo que provoca el cine, supongo.

Puede ser también AMBAS (GESTIÓN CULTURAL + CINE) “el planteamiento de un nuevo juego de preguntas y respuestas, preguntas sobre la vida en común y respuestas creadoras de nuevas posibilidades de existir”.

¿No es eso el cine, también?

Galaxxia nos cogió de la mano para posibilitar plantar la primera semilla de Cinema Semente: recorrimos una aldea abandonada que rezuma historia y vida, recordamos y tocamos historias, volvimos a imaginar sobre el lugar y con la gente. Hicimos cine.

Después vimos unos cuantos cortos bajo las estrellas, con el eco del río y con la luz apagada de aquel día pegajoso y caluroso (sí, en Galicia hace calor también). Estoy segura de que el niño que comía tortilla y veía Mamasunción (Chano Piñeiro, 1984) en una pantalla construida como proyección experimental en un momento en el que la cultura del cine cambia constantemente, lo recordará como el niño de Cinema Paradiso.

Mamasunción, Chano Piñeiro, 1984. Una de las películas que marcan el inicio de nuestro cine. Es por lo tanto patrimonio de nuestra cultura, de la tierra y de la historia de Galicia
https://www.youtube.com/watch?v=SrBkJWGJDuc

La aldea que hizo surgir este evento de Xuntanza (Juntarse) es A Barca, cerca de la frontera con Portugal en la provincia de Ourense. Obligados sus habitantes en los años setenta a marchar de las casas aún en pie al lado del río, el pueblo fue convirtiéndose en los últimos cincuenta años en el bosque que la rodea hoy. Muros de piedra, carballos, caminos que tienen historias enterradas, una aldea difícilmente accesible.

El planteamiento de la Xuntanza fue sencillo en cuanto a idea, muy dificultoso a la hora de llevarlo a cabo. Requería tiempo, de lo que más solemos escasear, lo que realmente cuesta dinero en la gestión cultural y es difícilmente cuantificable. Lo que sucedió en aquella jornada era la primera actividad de lo que imaginábamos como colectivo: pasear por un lugar del que primero conocer su pasado para poder imaginar su futuro y proponer una sesión de cine a un público familiarizado con el medio, pero sin acceso a una sala cercana.

El cine puede ser un artefacto útil para todas las edades y para activar cualquier tipo de reflexión, ya sea individual o comunitaria. Desde proyectos como Fálame de San Sadurniño, un proyecto híbrido y cinematográfico situado en una zona de Ferrol rural, resulta evidente el potencial de la cinematografía para revisitar, revivir, renombrar, recordar y resignificar espacios e historias. Ésta fue una de nuestras mayores inspiraciones. Lo que sucedió allí fue una muestra pequeña de lo que podría generarse si existiese un espacio dedicado a la comunidad y al cine. La reutilización de espacios no visitados o “pasivos” como nuevos lugares de encuentro entre los habitantes (como eran A Barca y el Balneario en el que se realizó la proyección) donde exponer los pedazos de historia que nosotros, como foráneos, fuimos cosiendo mediante la escucha para volver a enlazarlos con el habitar desde una manera nueva.

El cine es un fin y una excusa. Es una manera de reunirnos y disfrutar, de ritualizar un encuentro. Es un continente infinito de cultura y tan maleable como las manos de aquel/la que tenga un dispositivo para grabar y contar una historia. Es reproducible, criticable, es enclave de memoria,  es cantera de empoderamiento y también es un telar que se construye con los hilos del presente. Es hoy, una herramienta para habitar el rural. Ese espacio tan demacrado como rico en la historia de Galicia. Es, al fin y al cabo, el lugar en el que me gustaría vivir.

Con Cinema Semente, con los amigos y la gente que nos acompañó y nos guió, que desenterró nuestras preguntas y les puso nombres y lugares vi una posibilidad de dedicarme a la cultura en la que creo. Aquella que brota del espacio, de las personas, del tan denostado (y poco utilitario) cariño.

Esta imagen resume lo que generó la Xuntanza. Esperanza, la mujer que se encuentra en el medio es la dueña de los recuerdos que hacen todavía hoy de A Barca una aldea viva, como tantas otras del territorio gallego. A su lado se encuentran dos generaciones que conocen A Barca pero que pocas veces han caminado juntas, o vuelto a la casa familiar donde Esperanza dedicó tiempo y sobre todo, sobre todo, trabajo. Esperanza me contó que por allí, cuando aquello era pisado todo los días por pies vecinos no había electricidad cuando llegaron (tampoco la hay ahora) pero que nunca “faltoulles de nada” (les faltó de nada). Son palabras para reflexionar, para pensar en qué es lo que nos falta ahora, o lo que deseamos. Suerte que existan generadoras que puedan encender pantallas en A Barca ahora, que sigue sin luz. Suerte que esos pantallazos de memoria se puedan registrar hoy, para que queden donde pertenecen y para que como en aquella aldea de Japón, o unha máis cercana como a de Garabelos, se pueda seguir expandiendo el cine. Que ojalá continúe cambiando.

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