4 Encuentro Astronomía: El Cinorrio

De Galaxxia
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Pieza de comunicación del encuentro con El Cinorrio. Ilustración: Víctor Sánchez de la Peña.

El viernes 16 de abril de 2021, después de encontrarnos a través de la pantalla con les estudiantes de la Universidad de Granada en el marco del seminario Nuevas conju[g/r]aciones posibles en el ecosistema cultural actual, vinculado al Laboratorio permanente de política cultural universitaria de la Universidad de Granada, partimos hacia Villanueva de la Vera, en Cáceres, donde pasaríamos el fin de semana.

El sábado tuvo lugar el cuarto encuentro Gravedad13 con el equipo de El Cinorrio. Partimos de Mesa de Mezclas para presentarnos y hablamos toda la mañana y parte de la tarde. Vuelve a estar presente Christian Fernández Mirón, recogiendo lo ocurrido en esta relatoría textual; Laura Corradi, relatora gráfica de los encuentros 1 y 6, nos acompaña en este viaje.

Bienvenida

Sábado 17 de abril de 2021. Villanueva de la Vera (Cáceres).

Anoche cayó un meteorito, o tal vez fuera una estrella fugaz, mientras cenábamos en la plaza del pueblo. Teníamos frío pero reíamos y especulábamos con el aterrizaje de ese misterioso cuerpo astral, con el posible fin del mundo. Sin drama, felices de haber podido escapar de la ciudad brevemente y estar aquí, juntes. De respirar aire puro, en este año tan lleno de impedimentos. Una niña se acercó, vendía pulseras que había estado fabricando con gomitas. Irene no pudo resistirse a la pequeña emprendedora, con su caja de zapatos convertida en expositor, y lucía una banda multicolor en la muñeca.

Al día siguiente, algunes madrugamos para desayunar en la plaza, que parecía un escenario diferente a la luz del sol de mañana. Ni rastro del meteorito, ni de los machirulos que jaleaban anoche. Las campanas repican sobre nuestras cabezas. No hay más sonido, salvo el chorro de la fuente, a cuyo lado una anciana maldice entre dientes, vaciando cubos de agua en el suelo. Hacemos conjeturas sobre si les vecinos le mearon o no en el portal, y pedimos los buñuelos para llevar.

9:24

Somos un montón bajo la sombra del limonero. Entre miembros de El Cinorrio (Lucas Rodríguez Marcos, Adrián de Miguel Simón, María Calero Riveiro e Iris Hernández Gómez), Galaxxia (también Iris, Ana Campillos, Irene Sempere, Francesca Alessandro) y dos cómplices, Laura Corradi y Christian Fernández Mirón, nos sentamos alrededor de la mesa. Estamos en el patio de La Casa del Pozo, el hostal que regenta la familia de Lucas en Villanueva de la Vera, donde el sol comienza a cubrirnos. Es sábado y es pronto, suena el agua de la piscina a nuestro lado y el suave zumbido del congelador. Laura y Fran colocan los buñuelos en el centro de la mesa, unos cafés y un cola cao.

Presentaciones. Mesa de Mezclas

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Lucas presentando su objeto durante la dinámica Mesa de Mezclas.

«¿Tenéis los objetos?» pregunta Irene, y explica las tres preguntas que darán forma a la dinámica de presentaciones, que toma inspiración de su proyecto Mesa de Mezclas.

1. Describe tu objeto y cuenta por qué lo has traído.

2. Qué relación tiene con tus proyectos, con Galaxxia y/o El Cinorrio.

3. En qué se parece a ti.

  • Adrián y su lienzo triangular. Es equilátero, de color blanco y con lunares pintados de colores. Se trata del segundo premio que ganaron en el festival Pinta Malasaña, allá por 2018 gracias a la colaboración entre los colectivos Nada y Grupo. Grupo es un colectivo que inició junto a dos amigas y con Iris. Quisieron seguir haciendo cosas tras estudiar juntes arquitectura. Los lunares representan la intervención que realizaron en la calle, una partida de Twister gigante en la Plaza del Dos de Mayo, y llevan escritos sus nombres y algunas partes del cuerpo. Lo ha traído porque aquello significó mucho, y es que fue el primer reconocimiento externo que recibieron. «Pensábamos que éramos famosos, la nueva élite cultural madrileña». Se parece a sus proyectos en la sencillez, que describe con una referencia futbolística: «balones rasos y al pie… intentar no complicarnos, ponernos las cosas fáciles». Nunca se hubiese desarrollado El Cinorrio sin el proceso previo, el privilegio de poder juntarse con gente tan guay. Les movió el volver a juntarse. A Adrián le encantan los toques de color (para muestra, sus calcetines) y también los vértices, algo que en ocasiones padecen sus compañeras Iris y Fran. «A veces soy pesado, pincho, me cuesta no ser el centro de atención diciendo payasadas». Se considera una persona transparente que se abre enseguida. Es tal cual lo que parece, como este lienzo triangular.
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    María presentando su objeto durante la dinámica Mesa de Mezclas.
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    Iris presentando su objeto durante la dinámica Mesa de Mezclas.
    Lucas y su trozo de madera. Cuando era joven, se fue del pueblo queriendo sacar cosas de su casa, y ahora que ha vuelto las quiere recuperar todas. Este trozo de madera que ha traído es una prueba de eso. Se trata de un fragmento ornamental que formaba parte de un antiguo banco, accidentado hace dos semanas. «Tiene forma de dos pechos, o un culo». Tiene valor familiar, y es que el banco estaba en La Casa del Pozo cuando aún vivían aquí sus abueles. Durante la mudanza a su actual casa, llevaron un montón de muebles en un carro. El último que amarraron fue el banco, este se cayó durante el camino y se rompió. Así surgió la primera bronca que Lucas tuvo con su mejor amigo y actual compañero de piso, Alfon (con el que reconoce que es obsesivo y mandón). Como además es cabezota, decidió recoger el banco y llevarlo a pie. Al contrario que Adrián, Lucas desde afuera no resulta transparente, puede incluso parecer apático o borde. «Si alguien ve este objeto y no se lo explicas, no entiende lo que es». El objeto, como él, es rural, tradicional y de pueblo. Se parece a El Cinorrio en que también está hecho de madera. Varias personas aprovechan para preguntar qué diablos es un cinorrio. «Los cabreros cortan y usan ramas de enebro, de un árbol que se quiera romper para que no arda el monte, y los usan para crear objetos, percheros o mobiliario». Este objeto también está roto, pero en lugar de tirarlo lo ha recuperado, porque ve valor en él.
  • María y su CD de Britney. En 2011 todavía existía la MTV y las mañanas de María consistían en sentarse a ver videoclips, entre ellos los de Britney Spears. No sabe qué decir, salvo que la cantante sale guapísima. Y que es muy fan suya. En la portada se lee el título, Femme Fatale, junto al número siete. Suponemos que se trata de su séptimo disco, aunque es el primero que tuvo de ella, gracias a que se lo regalaron. María se dedica a hacer vídeos, algo que bebe de aquella época en que consumía videoclips en televisión. ¿En qué se parece a ella? En que si no te paras a conocerlo, no podrás escuchar los temazos. Le cuesta relacionarse con la gente, tarda un tiempo en lograr soltarse. Con El Cinorrio encuentra una relación con la música y el sonido, que es una parte tan importante del proyecto. Adrián interrumpe para declarar que, gracias a El Cinorrio, está «descubriendo la música».
  • Irene y su tarjeta de un bar. El bar en cuestión se llama Celso y Manolo, y está en la calle Libertad. Lo leemos en la tarjeta de visita. Se trata de una tasca castiza, como también reza la tarjeta. Cuando estos rediseñaron su identidad, Irene guardó una copia de la tarjeta. Es blanca y roja, tiene dos caras. Es pequeña, no pesa y tiene aristas. La conserva junto a otras tantas tarjetas de visita que le gustan, su colección es un rascacielos de dos dedos de altura. Le apetecía traer algo castizo hasta El Cinorrio. Lucas añade que es un bar muy recomendable, con una cerveza artesana muy buena. La tarjeta es un trabajo de identidad gráfica, algo a lo que Irene se dedica todos los días. La tipografía y el nombre le parecen bonitos, a ella le gusta la tipografía y también poner nombres, así como llevar las cosas que le importan al papel, para darles un valor y un peso. Se parece a ella en que le gustan mucho los bares, pero también en que es pequeña: le gusta mirar las pequeñas cosas, los detalles. Siente que Galaxxia también tiene una identidad gráfica «bastante currada». Irene es relacional, como lo es el bar y como lo es Galaxxia.
  • Christian y su coche de madera. Lo encontró en un mercadillo y le pareció muy bello. Debajo del coche hay unas letras, resulta que es un juguete Montessori. Le gusta especular con que han jugado mucho con él, pues tiene cicatrices y marcas de desgaste. Se parece a sus proyectos en que es móvil, es un vehículo. Su rol en Gravedad13 está siendo acompañar, relatar sin ser integrante de un proyecto que mueve ideas y personas, como este mismo viaje o como los encuentros virtuales. Cada vez le interesa más la memoria de los objetos y la historia de las cosas, algo que relaciona con ser el más mayor de este grupo de personas (siempre ha estado acostumbrado a ser el pequeño entre sus amistades, algo que está empezando a cambiar, poco a poco). Tanto Lucas como Iris han mencionado la idea del regresar, de poner en valor lo que antes no valoraban, y es una reflexión que Christian también siente cercana.
  • Ana y su moneda de céntimo. La trae en una bolsita irisada. Es pequeña, circular y de bronce. Todos los céntimos que llegan a su mano van a una misma hucha, que vacía de vez en cuando. Hoy, al sacarlo y mirarlo, se percata de que lleva una planta por un lado, y por el otro estrellitas. Ella se dedica a rescatar céntimos del suelo como si fuera una urraca. A las monedas de un céntimo nadie les suele prestar atención, y sin embargo han sido importantes en varios momentos de la vida de Ana. En primero de Bachillerato, firmó un céntimo con Tipp-Ex y se lo regaló a un chico que le gustaba. Dos años más tarde, él tuvo que pagarle un billete de avión, y entre el dinero le devolvió aquel céntimo del que ella se había olvidado (fue el final de aquella historia). También le conecta con El Cinorrio y en cuando vino a conocer la iniciativa, que resultó muy emocionante. Se parece a Galaxxia en su forma circular. Gracias a las relatorías, Ana se está dando cuenta de que todo tiene un sentido muy circular, que todo empieza y se cierra, «las relaciones que se forjan son un poco infinitas». Lucas se ha descrito antes como obsesivo, y ella no deja de darle vueltas al céntimo entre los dedos de sus manos. Le lleva a pensar en cómo anoche, en casa de Lucas, se fijó en que el mando de la televisión necesitaba una cuchara conectada para funcionar. Le recordó a cómo el mando de la tele de su abuela también estaba rodeado por gomas, y cómo a ella le encantaba darle vueltas. «Deja de darle vueltas, que vas a llamar al demonio», decía la abuela. Con el paso de los años, ha seguido dando vueltas a los objetos. «Es como un mantra objetual, me cuesta desprenderse de ese movimiento obsesivo. Los trastornos obsesivos compulsivos funcionan así, no puedes parar de hacer una cosa porque sientes que es lo único que puedes controlar, cuando el resto se descontrola».
  • Fran y los anillos en sus dedos. Forman parte de su cotidianeidad, nunca se los quita. Son de oro o de plata, algunos empezaron siendo distintos pero han acabado compartiendo el mismo color. Un par tienen piedras y por tanto textura, el resto son lisos. Cada anillo se relaciona con un vínculo, familia, amigas… «Galaxxia va de vínculos, entre nosotras y la gente que conocemos. De cada encuentro nos traemos algún trocito de las personas que hemos conocido». Uno se lo regalaron cuando cumplió treinta años, ese es como su forma de ser: el ying y el yang, una piedra negra y una blanca. Le recuerda a la dificultad de mantener la coherencia, de cómo conciliar sus contradicciones. Vuelca en ciertas cosas pequeñas, como estos anillos, sus recuerdos inmateriales.
  • Iris y su pluma estilográfica. Tiene una parte fina y una tapa gruesa. Es cilíndrica, de plástico y de metal, y tiene un cartucho escondido. Pequeñita y práctica, la puede llevar a todas partes. La pluma tiene huellas del uso, y es que se la regalaron cuando tenía apenas doce años. Relaciona estas marcas con las que te va dejando la vida. Es bonita, le tiene cariño, le acompaña. Y sigue funcionando: también la trajo para tomar apuntes. Le recuerda a ese momento de paso entre la Primaria y la Secundaria, y sentir que se hacía muy mayor. Lo relaciona con aquellos ideales académicos que ahora se están deshaciendo. Durante mucho tiempo no usó la pluma por no sentirse identificada con todo aquello, pero desde hace tres meses ha vuelto a utilizar. Le apetece seguir escribiendo, «pienso mejor por escrito». En relación con Galaxxia, piensa en las capas y piezas de las que se compone: se puede ir desmontando, y cada pieza podría ser una escala del proyecto. Respecto a El Cinorrio, es un objeto que relaciona con su familia, y por tanto con estar en España y el arraigo (o la falta de arraigo) que siente en un país en el que en algún momento pensó que nunca iba a sentirse como en casa. Al contrario que Adrián, y como esta pluma, siente que ella no es transparente. Según desmontas la pluma, te encuentras cada vez más capas en su interior. Anoche hablábamos de empezar la revolución, pues bien, Iris tiene el cartucho revolucionario dentro (aunque nadie lo vea). Gira la estilográfica entre sus dedos y se fija en cómo el sol refleja sobre sus distintas caras, como las que ella puede sacar en diferentes situaciones, según lo que tenga que hacer. Algo así como el lenguaje académico que emplea para convocatorias, y la capacidad de traducirlo para contarle esa misma cosa a su abuela… se siente reflejada en esa multiplicidad de caras.

Irene nos explica que esta dinámica pretende habilitar un espacio en el que contarnos cosas, conocernos más, antes de pasar a hablar de asuntos concretos. Hoy celebramos el encuentro número cuatro, que casualmente es su número favorito. Galaxxia lanzará a continuación una serie de temas y preguntas para profundizar en El Cinorrio.

Bloque 1. Origen de El Cinorrio: origen, ideología y cómo ha influido en su contexto

Surgimiento

«Por un lado, está la parte más social, el volver a juntarse». Lucas tenía muchísimas ganas de traer a sus colaboradores a su pueblo. Por otro lado está la parte a la que le da mayor importancia y a la que ha dedicado su investigación: «el problema radical de la desaparición de los cabreros en el Sierra de Gredos». En Medialab-Prado se celebró el programa de Laboratorios distribuidos, con un laboratorio ciudadano que daba la oportunidad al propio pueblo de expresarse y solucionar un problema que le es propio. Todo el mundo sabe lo perjudicial que es para el medio ambiente, pero nadie actúa. A raíz de aquel programa, gente muy diferente se unió y comprendieron que juntes, no solo hablaban, sino que actuaban. «El Cinorrio al final es eso, una nueva manera de juntarse para abordar problemas que todo el mundo conoce, pero que nadie sabe abordar solo». Adrián añade que quien no estaba sensibilizade al inicio, ahora sí lo está. Sienten que lograron visibilizar esa conciencia con los medios que tenían. «Hemos conseguido que los cabreros vuelvan a estar de moda. Ahora la gente sabe cuál es el problema, y los cabreros tienen un reconocimiento».

Adrián recuerda la fecha exacta: 17 de octubre de 2020. ¡Hoy también es día 17! Celebramos con un aplauso que El Cinorrio lleva seis meses en marcha. El grupo está conformado por estas cuatro personas que se juntaron, bajo la llamada de Lucas y una idea que llevaba tiempo dando vueltas en su cabeza. En torno a hacer algo en su pueblo, de cara a su trabajo de fin de máster (TFM), y la repercusión de la desaparición de les cabreres en la Sierra de Gredos con consecuencias ecológicas, estéticas y paisajísticas. Lucas les citó y quedaron en volver a juntarse tras el año tan desquiciado que resultó ser 2020. La excusa, para Adrián, daba un poco igual: «que fuese el cabrero, el pimentón o cualquier otra cosa». La conclusión que saca es que se hace necesario juntarse para abordar estos problemas. El Cinorrio es un proyecto muy situado: todo lo que están haciendo tiene sentido en este lugar. La gente se emociona, les llama la atención, y desean participar.

María entró al proyecto después de realizar una instalación con Lucas en la Sierra, en 2020, también sobre cabreres. Dando un paseo por el monte, Lucas le dijo que la necesitaba. Al día siguiente, presentaban la convocatoria de Laboratorios distribuidos de Medialab-Prado. Lucas estudió el curso MOOC (Cómo montar un laboratorio ciudadano y crear redes de colaboración) y al finalizarlo, para llevar a la práctica lo estudiado, decidieron presentarse a la convocatoria de Laboratorios distribuidos. Ya en El Cinorrio, abrieron su propia convocatoria de proyectos en Villanueva de la Vera, y llegaron nueve iniciativas. El jurado del pueblo (compuesto por un cabrero, una cabrera-quesera, una mujer en la comisión de guitarrera, el concejal de cultura del Ayuntamiento y un voto de parte del grupo El Cinorrio) eligió cuatro proyectos. Uno sobre folclore y canciones del pastoreo, otro que hablaba de la mujer dentro de la cultura del pastoreo (una película documental que verá la luz dentro de poco), otro sobre montar una maja comunitaria (formas de hacer pastoreo desde las metodologías comunitarias) y otro, Ayuda al cabrero (una gymkana para conocer el pueblo, desde la temática del turismo y dirigido a familias, con códigos QR que brindan información sobre cabras y pastoreo). Después, abrieron otra convocatoria para convocar a seis colaboradores por proyecto (estos aforos reducidos se debieron a la pandemia), donde la mayoría de las personas que se apuntaron eran amigues y algunes desconocides, para participar durante un mes. A lo largo de tres fines de semana, recibieron la visita de mentores (una palabra que no le gusta a Lucas) provenientes de colectivos como GriGri Projects, Proyecto Camminus, Galaxxia, Fundación Uxío Novo Neyra.

Objetivos y desafíos

Los objetivos son tres: visibilizar la problemática, implicar a la población para aportar propuestas y soluciones; y juntarse, no sentirse soles frente a la situación.

La base teórica para el proyecto bebe del TFM de Lucas, pero El Cinorrio parte de una preocupación social anterior. Su padre lleva años luchando contra esto. Adrián y Lucas discuten sobre si las circunstancias pandémicas supusieron una dificultad. Para Lucas, si no hubiese habido covid-19, no hubiese existido El Cinorrio, así que lo sintió como un impulso. Adrián por otro lado recuerda las dificultades que conllevó: salvoconductos, medidas de seguridad… Hablan sobre las dificultades emocionales, el vivir con miedo y la complicación de organizar eventos con muchas personas. Iris recuerda el reto que supusieron los tiempos de las convocatorias, las comunicaciones y gestiones. El proyecto se ha desarrollado, en su totalidad, en tres meses: de octubre a diciembre de 2020. «Desde el pensarlo hasta el hacerlo, ha sido una carrera. Se trata de una iniciativa con cero recursos económicos. ¿Cuál debería ser el presupuesto? Este año lo hemos hecho por las ganas». Lucas responde: «Recursos humanos 10, recursos económicos -3». Según Adrián, no hubo tiempo de buscar recursos, lo dejaron para el final porque de lo contrario, no habrían hecho nada. Ana señala que esto dice mucho de su relación como grupo, de su vínculo. «Para ser kamikaze hay que ser valiente. Es más difícil ser valiente si no estás con gente en la que confías».

Fran pregunta por la diferencia entre el contextos de ciudad y el de pueblo (recepción del proyecto, participación…), y Adrián retoma la idea de situar el proyecto: «En Medialab-Prado existen recursos, pero no se invierte en esa mediación “de verdad” previa. La hospitalidad hacia el proyecto fue enorme, solo hacía falta la cerilla porque el escape de gas ya estaba». Laura coincide en la importancia de esa chispa para ciertos proyectos comunitarios: «en realidad lo hace todo la gente, pero necesitas prender la mecha». Iris comparte cómo alguna gente tiene prejuicios y dice cosas del tipo «No me líes, que yo no sé de cosas de cultura», hasta que ven de lo que se trata y bajan la guardia. Muchas veces desde el vocabulario del mundo de la cultura, no se llega a ciertas personas. Existen ideas preconcebidas de que la cultura es igual a el museo, y que se trata de algo elitista, lejano. O que cultura trata de consumir, no de producir. Lucas ve la clave en la música: «aquí la cultura no es el museo, es el folclore». Por un lado pusieron la chispa, es verdad, pero en el pueblo ya venían sucediendo cosas todos los días, a todos los niveles. Villanueva de la Vera tiene mucha cultura, él ve el problema en cuando esta se nombra como tal: la gente se asusta, lo relaciona con algo elitista. Ponen como ejemplo a Isma, el cabrero de Candeleda que decidió regresar, y cómo a pesar de ser él quien tenía conocimientos, se negaba a admitirlo. Iris señala que esto se entrelaza con una reticencia a que se instrumentalizase su práctica. Isma manifestó no querer convertirse en un entretenimiento, ese miedo a que llegase «la cultura» y le convirtiese en un espectáculo. La intención de El Cinorrio era la contraria. ¿Cómo lograron que cambiase la percepción de la gente? «Hablando y bebiendo. Ha habido que beber mucho», ríe Lucas. «Haciendo cultura sin decir que la haces. Somos gestores culturales, no hace falta decirlo todo el rato». Lucas se considera artista, pero tampoco le gusta llamarse de esa manera. Piensa que fuera del ámbito cultural, es difícil que la gente se implique. Sin embargo, dices de ir a tomar unas cañas y aparecen cuarenta. Vocabulario y mediación. Adrián pone un último ejemplo: el decidir nombrar un proyecto como Almireces en el río, que es descriptivo y llano, en lugar de algo más enrevesado y retórico.

Componentes y colaboradores

Lucas, María, Adrián e Iris conforman el equipo motor, pero El Cinorrio comprende a un total de treinta personas. Hay cuatro grupos de trabajo con cada proyecto, y un grupo de trabajo en un instituto de 3º ESO, desarrollando dos proyectos. Este último se hace llamar El Cinorrino. Adrían sonríe: «Hemos pasado de ser un laboratorio a ser una comunidad. Tenemos el rol de engañar a la gente para que haga cultura». Los proyectos se desarrollan de manera autónoma, pero el equipo motor va organizando la programación de encuentros, acompañando, y presionando para que las cosas avancen si es necesario. Una vez al mes se juntan con todo el mundo, si es posible. Hay un seguimiento más puntual por parte de Lucas y María (desde el pueblo) que consiste en ir viendo cómo van, si necesitan ayuda, proponerles vínculos con algún proyecto afín o aportar recursos. Ponen como ejemplo la gymkana de Ayuda al cabrero: habían colocado cabrites plastificades por las paredes del pueblo, pero en diciembre llovió, «cayeron chuzos de punta» y se desprendieron. Lucas y María se encargaron de hacer placas en cerámica, de reunirse con el Ayuntamiento y hacerlas permanentes, y de que los dibujos de las cabras los hicieran les niñes de los colegios.

En ocasiones, ha sido necesario reconducir los proyectos y su metodología. Incluso ha habido alguna crisis. Cada persona del equipo motor es colaboradora en alguno de los proyectos, así van enterándose si pasa algo. María y Lucas viven en Villanueva de la Vera, pueden seguirlo todo mejor, mientras que Adrián e Iris viven en Madrid. Adrián lamenta esa distancia: «necesitas estar aquí para que te importe».

Metodologías de participación, trabajo en red y consenso

Cuando empiezas a colaborar con otra gente dentro de un laboratorio, el proyecto ya no es tuyo. Cuesta desprenderse de esa idea de propiedad, pero ya no es tuyo: es del grupo que está haciéndolo contigo. Iris confiesa que aunque ellas tienen esa metodología más integrada, no es fácil. Adrián pone como ejemplo su trabajo como mediador en Medialab-Prado: «Pasa con todos los talleres. Tienes que explicar que no es tuyo, que es tuyo y de los demás. Por algún motivo, parece que lo devalúa el que sea de los demás».

A Iris le sorprendió cómo de fácil resultó todo aquí. «En Madrid envías un email a La Casa Encendida y te responden a las dos semanas, si es que te responden… aquí quieres hablar con un concejal y lo haces directamente. Estar en un pueblo de 2050 habitantes significa que la gente se conoce, y la participación es directa. Llamas a la puerta de tu vecina que conoces de toda la vida, y ya está». Hablamos sobre cómo estas metodologías llevan sucediendo toda la vida, con otro nombre. «La metodología participativa es hacer pueblo».

Bloque 2. El día a día en El Cinorrio

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Encuentro en el patio de La Casa del Pozo.

Metodologías de participación, trabajo en red y consenso

Cuando empiezas a colaborar con otra gente dentro de un laboratorio, el proyecto ya no es tuyo. Cuesta desprenderse de esa idea de propiedad, pero ya no es tuyo: es del grupo que está haciéndolo contigo. Iris confiesa que aunque ellas tienen esa metodología más integrada, no es fácil. Adrián pone como ejemplo su trabajo como mediador en Medialab-Prado: «Pasa con todos los talleres. Tienes que explicar que no es tuyo, que es tuyo y de los demás. Por algún motivo, parece que lo devalúa el que sea de los demás».

A Iris le sorprendió cómo de fácil resultó todo aquí. «En Madrid envías un email a La Casa Encendida y te responden a las dos semanas, si es que te responden… aquí quieres hablar con un concejal y lo haces directamente. Estar en un pueblo de 2050 habitantes significa que la gente se conoce, y la participación es directa. Llamas a la puerta de tu vecina que conoces de toda la vida, y ya está». Hablamos sobre cómo estas metodologías llevan sucediendo toda la vida, con otro nombre. «La metodología participativa es hacer pueblo».

Dicen que existe una confianza ciega en el equipo. «Cuando ha habido algún conflicto, nos hemos llamado, nos hemos pedido perdón y dicho que nos queremos. Hay mucho respeto. Es un proyecto que se hace por disfrute, eso es fundamental».

En ese momento, la paz de la mañana se rompe: una vecina se pone a gritar, su perro a aúllar, y nos miramos con complicidad. Ana relaciona estos conflictos con su experiencia reciente en un taller en Medialab-Prado, liderado por el Niño de Elche y Miguel Álvarez-Fernández. Siempre surgen este tipo de conflictos sobre roles y propiedad. Anoche, Fran hablaba sobre esto en relación a Galaxxia, sobre entender qué necesidades se están volcando y las capacidades del conjunto.

Metodologías feministas y de cuidados

Lucas dice que no se lo han planteado nunca, pero que son metodologías que tienen integradas. «Lo incorporamos como algo obvio», añade Adrián, «escuchamos a las mujeres del proyecto». Iris añade que «El feminismo no se nombra, no hemos puesto el foco ahí». Sí han tenido en cuenta la representación, y que hubiese proyectos promovidos por mujeres (casi todos los que se presentaron ya lo eran). «Las dos personas masculinas del equipo motor son extrovertidas, mientras que las dos femeninas somos más tímidas. No es una crítica, sino una observación».

Sobre lenguaje inclusivo, cuentan cómo escribieron los textos de su convocatoria con la letra equis como indicadora de género (ellxs). Ahora están empleando la letra e (elles). También bromean mucho con esto, y conversamos sobre si tanto cachondeo puede ser contraproducente en un ejercicio de militancia lingüística, posiblemente frivolizando el propio uso del lenguaje inclusivo que busca generar un espacio inclusivo, y seguro para quienes lo necesitan. Es algo que se mezcla con aquel miedo al vocabulario contemporáneo, el rechazo a lo que se llama cultura, que mencionábamos antes. «Aquí, cuando dice “les chiques”, puede parecer elitista». Christian plantea la duda de si, además de en sus textos oficiales y en su Instagram, se podría integrar el lenguaje inclusivo en su habla cotidiana (más allá de las bromas recurrentes sobre les gallines, le coca cola, etc).

Reconocen que, más que en el feminismo o en el lenguaje inclusivo, han hecho hincapié en el tema de los cuidados. Querer generar lugares seguros, no tolerar faltas de respeto, promover el apoyo mutuo. Valentín valoró mucho el sentirse escuchado y respetado, diciéndoles que ojalá hubiesen existido proyectos como este cuando él era joven. Sintieron que Isma –el cabrero joven– también se fue empoderando al ver el interés que suscitaba el proyecto, al ir a entrevistarle, a escucharle, al poner en valor sus conocimientos. «Es un símbolo del traspaso de saberes entre generaciones». En treinta años, la profesión en Villanueva de la Vera podría haber descendido de treinta cabreres a cinco.

Bloque 3. Sostenibilidad económica

Iris sonríe y declara que El Cinorrio se sostiene con amor (todes ríen). La Casa del Pozo es su principal recurso. Sin este lugar –donde nos encontramos hoy–, el coche de Adrián y la cámara de María, no habría sido posible. En La Casa del Pozo no han pagado alojamiento, pero sí comida. Adrián lo deja claro: «El Cinorrio no es sostenible económicamente». Lucas explica cómo el Ayuntamiento ha aportado mucha infraestructura y la Diputación de Cáceres les ha concedido una ayuda de 1500 euros (lo máximo que les podían dar, habiéndose pedido al final del año) tras presentarles un proyecto para el evento de cierre. Aquello sirvió para pagar la comida aquel día, la gasolina de toda la gente que ha venido, el dominio del sitio web, la cuenta de videollamadas en la plataforma Zoom, micrófonos y algunos otros materiales.

La búsqueda de financiación precisa una dedicación activa y un compromiso profesional con el proyecto, explica Lucas. «En el momento en que sea un proyecto serio y profesional, cambiarán las cosas. La autoexigencia que tenemos actualmente es muy baja, pero si hubiese recursos, la responsabilidad sería mucho más exigente». Adrián continúa: «Por eso dije, al principio, que si hay honorarios, no quiero formar parte de este proyecto. Eso dije al inicio, ahora es otra cosa».

Galaxxia pregunta por el futuro de El Cinorrio. Bromean sobre el carácter neoliberal de la pregunta «¿Dónde te ves dentro de diez años?» y la contradicción que supone plantearla. Se plantea la posibilidad de que respondan no como grupo sino como personas individuales. Adrián ya ha mencionado cómo le cuesta vincularse al proyecto cuando no está en Villanueva de la Vera. Le gustaría concentrar la actividad en un solo mes para estar más pendiente, y durante el resto del año tener cierta continuidad, pero con la exigencia flexible que tienen actualmente. Es consciente de que esa flexibilidad será complicada, si el proyecto crece. Iris continúa: «No es como un campamento puntual, no se acaba aquí. El modelo de concentrar actividades solo es viable para quienes no vivimos aquí». Adrián y ella no pueden estar todo el tiempo, así que sus roles deben ser otros. Cree que en el día a día, tiene más sentido para quienes están aquí. Por su lado, Lucas piensa que El Cinorrio va a crecer en cuanto a personas, proyectos e investigación. Están comenzando a llegar peticiones de la Administración que quieren colaborar o escalar el proyecto, llevarlo a otros lugares. Mientras sigan ahí, seguirá para adelante.

Bloque 4. Políticas culturales y acceso a recursos

El nivel de acceso a instituciones culturales y Administración pública es sencillo y directo para Lucas. Trabajando en Medialab-Prado, Adrián cuenta que el ex director del centro, Marcos García, mostró mucho interés por el proyecto, así como el Ministerio de Cultura a través de Benito Burgos, que llamaron recientemente para preguntar por el proyecto. A nivel internacional, mostró interés una amiga que es directora de la Delegación de Extremadura en Bruselas. A nivel regional, también existe un trato muy directo, y es que Lucas ha estado trabajando en ese sector. «A nivel local es un pueblo, el concejal y el alcalde son tus vecinos. Que te escuchen es fácil».

Adrián compara El Cinorrio con sus inicios en Medialab-Prado. Alucinaba cuando le dejaban pasar los lunes allí, día en que el centro cerraba, pensando que estaba en el meollo. Pero aquí es todavía más directo: Lucas habla directamente con todos los cargos. Acudieron al evento final, vieron el proyecto con sus propios ojos. «No necesitas referencias, no necesitas decir “soy amigo de”. A María y a mí nos han visto crecer. Nos conocen porque llevamos toda la vida aquí haciendo cosas, saben que tenemos un compromiso». Ana reflexiona sobre una broma interna que tienen entre El Cinorrio, que a veces se ríen del lenguaje académico que se emplea en Galaxxia. Es en clave de humor, y sienten que pueden bromear sobre ello, pero reflexiona sobre si tuviese que describir Galaxxia. «Es un proyecto en el que nos estamos juntando para apoyarnos entre nosotras, en la medida de nuestras capacidades, y de esa forma hacer cultura». Christian opina que apostar por un lenguaje híbrido, entre lo académico y lo accesible, también es una posibilidad y legítima. No tiene por qué ser o una cosa o la otra.

Políticas culturales, ruralidad y juventud

El grupo arranca con un debate sobre los conceptos «rural» y «ruralidades», por la diversidad que implica el plural. Aclaran que con esta palabra, rural, sí se sienten cómodes (frente a la dificultad que comentaban antes sobre el término «cultura»). Adrián incluso comparte que «al decirlo, se me hincha el pecho». Iris echa en falta un apoyo más real.

Hablamos de sostenibilidad, y de esos pequeños proyectos que realmente afectan a la región, frente a otras iniciativas faraónicas. Galaxxia se pregunta si El Cinorrio no podría actuar como una especie de pirámide, un marco de trabajo que acogiese otros marcos, con mayor coherencia por su contexto territorial.

En cuanto al tema de la juventud, Lucas explica que la Diputación les apoyó desde su Área de Reto Demográfico, Desarrollo Sostenible, Juventud y Turismo. En el mundo rural, se busca que les jóvenes hagan cosas para quedarse en los pueblos. Otro colectivo, Guitarvera, cuenta con una trayectoria de veintidós años y está deseando que entren personas jóvenes (solo hay dos, entre sus treinta participantes). «Aunque los recursos están destinados a muchas otras cosas, la juventud está muy valorada en los pueblos». Las chicas de Galaxxia, sin embargo, tienen la impresión de que se les infravalora por ser jóvenes, que es algo que siempre se cuestiona.

Iris pregunta qué políticas culturales echan en falta. ¿Existen partidas de participación en cultura? ¿Una partida de iniciativas culturales jóvenes? ¿Ecología y cultura? Lucas responde que «existen subvenciones y ayudas para asociaciones juveniles y culturales, para publicaciones, cortometrajes y largometrajes… pero son muy generalistas. No he conocido nada vinculado a la cultura participativa. Tiene que existir una vinculación con el territorio. A nivel regional, creo que no hay ninguna ayuda específica alrededor de esto. Como en los pueblos siempre se ha hecho y nunca hemos pedido ayuda, no existen. Lo que hacemos en Guitarvera es ser vecinos».

Por otro lado, advierte de un peligro: «La Administración tiene en ocasiones una tendencia a apropiarse de ideas que no son suyas. Hay que tener cuidado de a quien pides dinero, porque pueden querer apropiarse del proyecto». Llevarse el reconocimiento en lugar de la gente que ha participado. Ana propone una herramienta: del mismo modo que la institución exige que aparezca su logo o un eslogan, se podría reclamar a la inversa. Dejar por escrito y firmado que cada vez que se cite a El Cinorrio se cite a determinadas personas, contexto, año… Iris señala que no es contradictorio el que una idea esté registrada pero que se pueda ampliar. «Tienes una protección legal y si alguien lo cita sin mencionarte, puedes defenderte». Christian pregunta si además del miedo a que no les citen, no temen que puedan apropiarse de un proyecto y repetirlo en el futuro si contar con elles. Precisamente en Galaxxia están pensando en este tema de la cooptación, en relación a Proyecto Locus, desde donde colaboraron con el Centro Municipal de Salud (CMS) de Vallecas. «Si vendiésemos una idea para que luego continuase, el proyecto debería ser más caro, o debería contemplar un carácter formativo. Lo tenemos que hacer todo nosotras, y encima dejárselo luego». Como quieren tener mucho cuidado en el futuro, han añadido unos avisos en su comunicación: aviso de contenidos sensibles (salud mental), aviso de confidencialidad (cualquier divulgación, distribución o copia fuera de lo consensuado no es lícita), aviso de exención de responsabilidad… Lucas ve complicado que algo así suceda en su caso: «Pueden hacer una copia pero no va a funcionar». Hablamos sobre la diferencia entre este caso y el del CMS, y el peligro de ser víctimas o cómplices del extractivismo.

Acciones o iniciativas de política cultural

Lucas conoce convocatorias, conferencias y jornadas, pero no menciona ninguna en particular. Tanto a nivel local como a nivel estatal, es necesario tener una administración que escuche. «Que salga el alcalde a escuchar necesidades y preocupaciones, para partir de esa base». Fran recuerda las mesas sectoriales Madrid Escucha que se celebraron en Medialab-Prado, y señala cómo la escucha es un primer paso, pero que debe vincularse con un compromiso de dar respuestas. En aquellas mesas les decían que no a todas las propuestas, y se sintió decepcionada de que no se llevaran a la práctica, de algún modo siente que fueron tardes desperdiciadas. Adrián echa en falta transparencia y claridad, ver a dónde se destina el dinero, como lo muestran las gráficas que preparan en Galaxxia, para así poder comparar y entender. También hacen falta espacios que permitan esa flexibilidad. «Madrid Escucha fue potente, pero efectivamente era un primer paso, un prototipo. Es necesario responder, no solo escuchar».

Gravedad13 tiene clara esta intención desde su origen: la de primero recoger para después incidir, o al menos intentarlo. Iris pone como ejemplo la Asamblea ciudadana por el clima, en Francia, y cómo este tipo jornadas deben estar remuneradas, proporcionar comida y alojamiento, así como un servicio de conciliación para familias. «Se debería hacer con unas condiciones dignas, y remunerar el conocimiento (cuando el contexto y la escala lo permite, pues no es lo mismo Gravedad13, El Cinorrio o Quiosco Clandestino que una institución o empresa».

Turismo y cultura

Si las iniciativas turísticas son contextuales y cuentan con la participación ciudadana, a Lucas le parecen muy bien. El proyecto Ayuda al cabrero es un ejemplo de proyecto enfocado desde el turismo. Su riqueza reside en que se valora el proyecto desde el propio pueblo, no solo desde quien viene de visita. Iris habla sobre buscar caballos de Troya, entender los mecanismos y estrategias que operan en un lugar para sacar adelante proyectos que nos interesan. Ante temas tan transversales como fijar la población (un reto demográfico), Lucas ve una manera fácil de atajarlos: los proyectos comunitarios. «Un turismo solo por turismo, no… Por ejemplo aquí, en La Casa del Pozo, a la vez que damos de comer, concienciamos sobre lo que se come y por qué».

13:15

«Yo os dejo, que me tengo que ir a los cuchillos» dice Lucas, antes de bajar las escaleras para ayudar a su padre en la cocina. Se acerca la hora de las comidas en La Casa del Pozo. Decidimos parar aquí y continuar la conversación en la tarde, tras haber aprovechado para visitar los charcos (o Las Brujas) y darnos el primer chapuzón del año.

Bloque 5. Preguntas que El Cinorrio lanza a Galaxxia

20:32

El sol desciende, y regresamos al patio tras una tarde en la garganta –habiendo parado en el supermercado, de donde traemos patatillas, vino blanco, cacahuetes y Cacaolat– con una energía muy distinta a la de la mañana. Tenemos ganas de juerga. Iris e Irene rememoran coreografías de High School Musical entre risas. Ana nos muestra su tobillo amoratado (se cayó en las rocas el día antes), que debería permanecer en alto. Decidimos esforzarnos en terminar lo que habíamos empezado. Esta última parte está dedicada a la inversión de roles: El Cinorrio le hará preguntas a Galaxxia. «¿Qué queréis saber de nosotras, qué os puede resultar útil?»

María pregunta cómo se conocieron, y cómo surgió la idea de Galaxxia. Fran comienza explicando que les integrantes de Nada Colectivo (Ana, Laura y Fran) se conocieron durante unas prácticas en Basurama. Después quisieron formar algo, y ese algo fue Nada. Comenzaron haciendo cosas en Medialab-Prado, donde Iris y Lucas estaban de prácticas, y donde Adrián trabajaba como mediador. Aparecieron Niko y Helena, que se hicieron un tatuaje mientras hablaban con Belén sobre la precariedad del sector. Nada empezó a colaborar con otro colectivo llamado Grupo (en aquel proyecto de Pinta Malasaña con el que ganaron el premio que trajo Adrián esta mañana). Todo esto confluyó en Galaxxia. Aterrizaron con esfuerzo todas sus inquietudes y malestares en un proyecto, que presentaron a una convocatoria del Ministerio de Acción y Promoción, y se la concedieron. Entregaron dossieres a Injuve, al Ayuntamiento de Madrid y a Se busca comisario. «Nos dieron la ayuda del Ministerio y la del Ayuntamiento. Se tuvo que reformular con quince mil euros del Ministerio y veinte mil del Ayuntamiento, ninguno te daba el 100%. Te pedían cofinanciación, así que combinamos ambas ayudas y empezamos a hacer cosas». El primer año consistió en generar convocatorias para visibilizar tres proyectos en el territorio español: en Barcelona, Orense y Extremadura. Tres conversatorios online. Y tres eventos culturales en Madrid, donde la pandemia les obligó a adaptarse y virtualizar. A esto se sumó una convocatoria de textos que sumasen a la base conceptual y al futuro manifiesto del colectivo. «Queríamos hacer cosas juntas. Ya estábamos en ello desde el apoyo mutuo, pero Galaxxia fue una forma de estructurar y reivinidicar desde ahí». Querían volcar aquello en lo que venían trabajando con su programación y con los proyectos colaboradores, que la gente se relacionase entre sí. «El equipo se ha reformulado durante 2020, salieron algunas personas y entraron otras, como Irene». Con ella coincidieron en una fiesta de Mosul Mosul (colectivo de música electrónica al que ella pertenecía) y luego en un taller del 8M en Medialab-Prado, Manual de herramientas y cuidados para el entorno laboral cultural, donde también participó Elena Lasala. Irene comenzó a seguir a Galaxxia en Instagram. Por entonces, Belén comenzaba a tomar un rol secundario tras mudarse a Barcelona, así que invitaron a Irene a una colaboración puntual, y accedió entusiasmada. Fue tan bien que la invitaron a formar parte del equipo motriz, de cara a Gravedad13. A Christian le conoció Iris en Imagina Madrid donde él ejercía un rol de relator-mediador, y un tiempo más tarde coincidieron via Instagram en una videollamada en abierto que lanzó Christian para compartir aprendizajes y dudas sobre la convocatoria Art for Change, para personas interesadas en postular. «Allí hicimos match, y hospedamos la videollamada juntas». Al sentir tanta afinidad y buscar a alguien que hiciese la relatoría para Gravedad13, le invitaron y él accedió feliz.

20:57

La segunda pregunta para Galaxxia viene de Lucas: «¿Volveríais a colaborar con El Cinorrio, y para qué os gustaría?»

Ana responde que sí, pero que tendrían que tener una conversación al respecto. Si logran obtener financiación para repartir por toda España, claramente habría una invitación para que hicieran algo escalado desde El Cinorrio. Fran añade que, por cómo han trabajado hasta ahora Galaxxia, tendrían que valorar si puede ser útil la colaboración para fomentar lo que desea el proyecto. Entender cómo El Cinorrio puede aprovechar Galaxxia para que la colaboración tenga sentido. «Sería interesante una investigación de incidencia política en un entorno local, con las distintas formas de trabajar, observar vuestra metodología para compartirla con otros lugares». Irene tiene ganas de no ser forastera, de venir durante más tiempo y relacionarse con la gente. Para pensar qué se podría hacer, necesita empaparse del proyecto y reflexionar. Lucas propone hacer esa reflexión viniendo un fin de semana, sin responsabilidades. A todes les encantaría.

Ana sonríe y devuelve la pregunta. «¿Os apetecería hacer algo con Galaxxia?» Lucas dice que por supuesto. Iris imagina dos colaboraciones posibles: «Un microfestival estatal de fin de semana. Y por otro lado, hacer un Galaxxia a nivel Extremadura. Sería muy interesante que hubiese muchas Galaxxias». Es complicado prototipar ese tipo de colaboración, trasladar una experiencia pero dejando margen para nuevas ideas, pero le gustaría hacer la prueba. Tal vez pidiendo ayudas al Ayuntamiento desde El Cinorrio, pero con apoyo de Galaxxia, y que El Cinorrio gestionase una convocatoria de microfestivales, como la que lanzó Galaxxia (un evento abierto durante un fin de semana en torno a una temática particular). Para ellas no tiene sentido lanzarlo a nivel Extremadura porque no viven aquí, sin embargo El Cinorrio sí podría. «¿El Cinorrio como nodo extremeño de Galaxxia?». Las ideas y el entusiasmo empiezan a amontonarse. Lucas propone que vuelvan en San Isidro, para la romería de Villanueva de la Vera. Los deseos arden, solo queda elegir una fecha para continuar elucubrando.

Cierre

Las pizzas que encargamos ya están listas. Este empieza a ser el leit motif de los encuentros Gravedad13, la comida que espera y cierra las conversaciones. Los cuidados al rescate.

Esa noche celebramos, comemos y cantamos. Jolie Holland y Estopa. Nos quedamos hasta tarde en el último piso de la casa que comparten Lucas y Alfon, entre paredes de ladrillo y una bombilla pelada que cuelga del techo. Nos cantan panaderas. Sentades junto a la chimenea, rodeades por guitarras, laúdes, ukuleles y un cinorrio.