Ecosistema de lo cotidiano

De Galaxxia
Revisión del 19:56 24 nov 2020 de GalaxxiaAdmin (discusión | contribs.) (Página creada con «''Ecosistema de lo cotidiano'' es un texto de [https://www.instagram.com/eliabago/?hl=es Èlia Bagó] realizado en octubre de 2020. Èlia fue seleccionada como colaboradora…»)
(difs.) ← Revisión anterior | Revisión actual (difs.) | Revisión siguiente → (difs.)
Ir a la navegación Ir a la búsqueda

Ecosistema de lo cotidiano es un texto de Èlia Bagó realizado en octubre de 2020. Èlia fue seleccionada como colaboradora para las sesiones experimentales de pensamiento y escritura Claves para un manifiesto de las Jornadas de pensamiento xxi.

La accesibilidad a las profesiones culturales y artísticas así como a la cultura misma junto con el constante flujo de información, no han cerrado la brecha de la diferencia entre clases, género, generaciones o etnias pero sí han abierto al menos una posibilidad cotidiana de comunicación entre esferas antes impensable. Podemos decir que cuantas más trabajadoras culturales sean de cuantas más realidades distintas y no privilegiadas, más grande será el esfuerzo por parte de ellas de democratizar la cultura y el conocimiento. En manos bien intencionadas, lo inaccesible se quiere desmenuzar, allanar y hacerse consumible.

De alguna forma, y con muchos matices y intereses, la fórmula cultural reciente ha sido la de llevar el alto conocimiento, los grandes conceptos sagrados del arte y el pensamiento a la mayor parte de la población posible. Y si eso es posible, por qué no intentamos llevar con más frecuencia lo profano al debate de lo sagrado? Siempre intentamos resolver los grandes conceptos que supuestamente ocupan el bien/malestar de la sociedad, pero porqué no empezar por abajo?

Quienes son o somos para creer que estos debates son los que importan, afectan o mejoran la sociedad? Aprovechemos esta posibilidad de comunicación entre colectivos antes mencionada para repensar los temas de conversación. Pues es muy habitual caer en el error paternalista de sentirnos profetas de lo académico, instrumentalizando nuestro conocimiento para un supuesto bien común, sin saber, de facto, que es realmente “lo común”.

Trabajar en lo cotidiano, en cambio, es trabajar en aquello que nos une necesariamente a todas. Invertir energía en el denominador común, en aquellas actividades diarias de las que no podemos escapar y que, por tanto, por desgaste o por fluidez (lubricación), son las que más influyen en nuestras peculiaridades y en las que, de hecho, afloran más evidentemente las diferencias e injusticias. También son estas, por familiaridad, con las que más podemos conectar con el resto y despertar empatías, comprensión y desencadenar, idealmente, en respeto des de lo común hacia la diferencia y, por tanto, generar cuidados.

Las actividades o proyectos que nacen de un origen desconocido por la mayoría, aunque pueden ser muy revolucionarias y crear un gran impacto en muy poco tiempo, visibilizando otras realidades y generando fuertes debates, fácilmente se perciben como un ataque, muchas veces necesario y legítimo, pero pocas veces penetran en el tejido de la herencia cultural reacia e imposibilitadora.

Lo cotidiano es nuestro capital social más inmediato y, despojado de las injusticias que lo acompañan, es tal vez el punto en común más fuerte entre clases, género, etnia y generaciones. No por casualidad, son precisamente las necesidades básicas las que hacen de espejo más directo a los abusos del capitalismo. La alimentación, la vivienda, por nombrar las más primarias.

Lo cotidiano es nuestro. No hay nada que nos pertenezca y que conozcamos más que nuestro día a día y, por ende, del que tengamos más herramientas sin necesidad de especializaciones, títulos universitarios o grandes equipamientos más allá de nues- tras casas, plazas cercanas, bares y comercios de confianza.

Pensemos en un momento en las temáticas tratadas en los principales espacios culturales de nuestra ciudad. No nos sorprende que en París, Berlín, Londres, Madrid, Barcelona o Nueva York se inviertan bastas partidas en hablar sobre feminismos, ecologismos, capitalismos, pues son los temas que sacuden ahora mismo la sociedad mundial. Pensemos ahora en la gran diversidad de barrios, trabajos, economías, estructuras familiares, formas de desplazarse, solamente de una de las ciudades mencionadas. Siguen siendo estos los denominadores comunes? No es tal vez lo cotidiano, entre núcleos, lo que une realmente a estos colectivos? Por qué no hay otras temáticas tratadas en lo cultural que reflejen la diversidad real de las ciudades, incluyendo si es necesario “los grandes conceptos”?.

Si el espacio público, los centros y proyectos culturales han de ser y generar lugares seguros para todas las diversidades, tal vez deberíamos empezar por generar contenido que realmente interpele, de forma directa y sin necesidad de decodificaciones capacitas, a las personas cercanas a estos espacios que son, al fin y al cabo, las que nos pueden hacer sentir que habitamos en un espacio hostil o, en cambio, un espacio familiar a pesar de las diferencias que, bien llevadas, siempre deben existir. Las preocupaciones íntimas, las vulnerabilidades, los puntos de inflexión que diferencian mi cotidianidad de la del otro pueden entrar en el discurso de lo que interesa. Debates y actividades cotidianas como el comer, el dormir, el habitar, el desplazar-se, en el ir al bar, pueden ser llevados a la institución, a los grandes museos, eventos, proyectos, y generar conocimiento colectivo a través de iniciativas de lo profano que repercutan directamente en nuestro día a día y en el de las personas que habitan en nuestras proximidades.

Es por este motivo que agenciarse de una idea de cambio entorno a lo cotidiano es, a su vez, la lucha más directa y justificada y que, bien estructurada, puede llegar a beber y aprovecharse, en momentos contados y necesarios, de las mismas fuerzas capitalistas y gentrificadoras que juegan en el imaginario de nuestras casas, nuestra comida, nuestra ropa, nuestra intimidad.

Páginas relacionadas