3 Encuentro Astronomía: MGCIEIS UCM
El viernes 26 de marzo de 2021 nos encontramos, a través de la pantalla, con el grupo de estudiantes del Máster en Gestión Cultural Internacional e Innovación Social de la Universidad Complutense de Madrid, un programa diseñado y coordinado por la empresa de producción y gestión cultural una más una, con quien Galaxxia nos reunimos el día anterior en un encuentro más informal.
Iris Sofía y Francesca Less guían este tercer encuentro de Gravedad13, porque Ana CSC forma parte del grupo de estudiantes -algo que no estaba contemplado cuando Galaxxia diseñó estos encuentros- e Irene Sempere no puede conectarse esa tarde. Vuelve a acompañarnos Christian Fernández Mirón, como relator textual, y damos rienda suelta a las presentaciones de les asistentes desde Mesa de Mezclas.
Bienvenida
Viernes 26 de marzo de 2021, Madrid. 16:00 horas.
Una retícula de pantallas negras que poco a poco se van encendiendo. Oscuridad y algunas voces ininteligibles. Silencio. Fran enciende su cámara y saluda. Es el detonante para que, tímidamente, broten algunas caras más, saludos y sonrisas. «¿Esperamos? Somos trece, deberíamos ser veintisiete».
Este es el tercer encuentro de Gravedad13 y el primero en formato virtual, una videollamada en la plataforma Zoom, de esas que el año 2020 volcó en nuestra cotidianidad. Esta será una conversación con estudiantes del Máster en Gestión Cultural Internacional e Innovación Social de la UCM -en parte coordinado por la empresa de producción y gestión cultural Una más una, con quien Galaxxia se reunió ayer más informalmente-.
Las Galaxxia piden que encendamos nuestras cámaras, y cuentan su proyecto con ayuda de unas diapositivas. La dinámica de presentaciones hoy será más sintética, y jugará con posibilidades que brinda el formato virtual. Unos días atrás, pidieron que cada persona enviara una foto. Cuando alguien se reconozca en el objeto que veamos en pantalla, será su turno para aportar una frase rápida, lo primero que se le ocurra. Qué es ese objeto, y qué relación tiene con sus inquietudes y proyectos.
- Fran, tres piedras volcánicas. Representan el paso del tiempo.
- Iris, un contenedor de incienso. Le sirve para hacer hogar, para sentirse en casa. En los proyectos es importante entender qué te hace sentir cómoda.
- Adriana, una pandereta. Se considera amago de pandereteira. Gallega y orgullosa, le gusta subvertir la expresión país de pandereta.
- Alejandra G, un tocadiscos. Le gusta la música analógica y relacionarse con generaciones anteriores.
- Alejandra P, una matrioshka. Se la regaló su psicóloga, para que recuerde las múltiples dimensiones que la componen como persona.
- Ana, unos pantalones de pijama de Mary Poppins (los mismos que lleva puestos). Necesita sentirse cómoda y conectarse con la magia; “un poco de azúcar, para que la píldora pase mejor.
- Andrea, una sartén “perfecta” que la acompaña desde hace 8 años. Ella quisiera ser sartén antiadherente, que todo le resbalase y le importase una mierda.
- Blanca, el anillo que le regaló su hermana. No se lo quita desde hace una década. Le recuerda que las cosas pueden salir bien o mal.
- Celina, un cuaderno A5. Gran parte de su práctica tiene que ver con la escritura, y lo lleva siempre encima por si le asalta una idea.
- Constanza, un dibujo que hizo su hija de siete años. Lo encuentra muy bonito, «será amor de madre». Intenta que el arte esté presente en casa, que su familia lo sienta como parte de su vida, algo más que un pasatiempo.
- Cristina, su tienda de segunda mano. Está muy orgullosa porque ha arreglado el suelo. En el estudio de al lado, componen reguetón y todo tiembla. Le gustaría conectar su pasión con las necesidades de otras personas. Al vender ropa de segunda mano, también siente un compromiso con el medio ambiente.
- Eliana, un adorno colgante con campanitas y cencerros. Se lo compró su madre en Granada, haciendo un esfuerzo económico. Es artesanal, musical pero no sofisticado. Es humilde.
- Emiliano, una cajita que contiene una baraja de mitología asturiana. En su casa se juega mucho a las cartas. Fue la herencia que recibió al morir su abuela, la gran matriarca de la familia. Trabaja con patrimonio escondido, periférico, y este legado tiene algo de eso.
- Juan Pedro, su iPhone. Le evoca amor y odio al mismo tiempo, es polivalente como él. Se ha hecho especialmente importante desde la pandemia.
- Laura, una pequeña libreta que lleva siempre encima. Escribe sin releer, esa es su terapia. Se relaciona con su trabajo por el arte y por las emociones.
- Liliana, un pequeño termo. Le encanta tomar infusiones y café. Lo compró en Japón, y le recuerda que le gustaría regresar. Si tiene algo caliente, puede estar cómoda y trabajar mejor.
- Male, su computadora portátil. Es una manera de escapar de sus preocupaciones. Gran parte de su trabajo (hoy por hoy, casi 100% remoto) tiene que ver con las computadoras.
- María, una pantuflas de unicornio. Se las regaló su hermano cuando ella se independizó. Le da vueltas al significado de casa/hogar, es importante estar cómoda y feliz, como en los proyectos (si no, todo se desmorona con facilidad).
- María José, unos candelabros de cristal. Los recuperó de la casa donde nació. Pertenecieron a su bisabuela y los relaciona con la transmisión oral, los afectos, la memoria familiar. Humaniza mucho los objetos, así como está de moda cosificar a las personas.
- Mora, su mate. Lo necesita cada mañana, «Si no tomo mate no soy persona». Ha intentado desprenderse de este vínculo con la identidad argentina pero no ha podido: sigue conectada con su país.
- Paloma, una caja de su abuela. No la conoció, pero tiene cerca su presencia. Nos muestra su brazo, donde lleva tatuada esta misma caja. Su abuela guardaba cosas de la máquina de coser, Paloma guarda cosas que escribe, piensa o que tienen un valor sentimental.
- Sonia G, muestra su oreja, que luce un pendiente dorado. Le acompaña desde el 5 de septiembre, día en que murió su abuela, tras el último verano juntas. «Me quedé con ella aquella tarde como una doula, preparé todo para acompañarla en su viaje». No se los quitará hasta el próximo septiembre, quiere recordar de dónde viene y ponerle a sus proyectos el mismo amor que ella ha recibido de las mujeres de su casa.
Con esa pedazo de frase se cierra la dinámica, se vislumbran gestos compungidos y a la derecha de las pantallas, el chat lateral resuena con emoción, el grupo envía mensajes de amor y emojis de corazones. Los relatos de abuelas y la importancia de buscar la comodidad se suman a algunos binomios que señala Fran:
- Analógico / digital.
- Conectarse / desconectarse.
- La procedencia, la tradición, de dónde venimos / dónde estamos.
- Presencia / ausencia.
- Polivalencia / ser una sola cosa.
Muchos de los objetos son amuletos y herramientas, metodologías personales que pueden aplicarse a proyectos. A Celina le gusta que haya una relatoría para poder recuperar cosas. «La distancia aporta otra capa de información», añade Iris. Ana está cursando el máster y señala que no siempre se oyen todas las voces, de hecho hacía tiempo que no escuchaba a algunas compañeras (en la fase actual están separades por grupos de trabajo). «Así funciona Galaxxia. Ponemos a funcionar lo invisible, los vínculos como parte del proyecto. Nos permite compartirnos desde más capas que la que se nos ha contado en la “seriedad” de lo académico y en lo profesional». Es un reflejo de lo que quieren ser en el sector cultural, lo que les gustaría transformar. Al grupo le gusta esta dinámica de los objetos, la encuentran emocionante. «Cuando hablamos solo de lo que hemos hecho en plan currículum, no da lugar a conversaciones realmente profundas».
16:42
Galaxxia comparte la estructura que seguiremos hoy. Primero indagaremos en una pregunta sobre la academia, la formación en espacios hegemónicos o informales, la autoformación y la vida profesional, cómo están conectados ambos mundos. El segundo bloque tratará el posicionamiento político, la ética del trabajo. El cruce entre lo que queremos hacer, desde nuestro lugar personal y político, y los conflictos que nos encontramos en nuestra práctica laboral.
Haremos una pausa de 10 minutos para volver con fuerza. Empieza a sonar una playlist con Bon Entendeur y Bonobo. Las pantallas se van apagando, las sillas quedando vacías.
17:00
La pantallas vuelven a encenderse poco a poco, e Iris explica la siguiente dinámica. Lanzarán preguntas o temas de conversación para que quien quiera pueda participar libremente, e ir aportando puntos de vista. Les interesa tener un encuentro específico con el alumnado de un máster de gestión cultural. «El futuro del sector cultural está en la gente que aún no está en la práctica (o que lo está a medias), y es una perspectiva a la que no siempre llegamos». Abrirse a esas voces, de inicios de prácticas, de nuevos tipos de proyectos.
Bloque 1. Preguntas que Galaxxia lanza a les estudiantes
¿De qué forma conectáis el mundo académico con la realidad laboral?
Paloma comienza hablando sobre el pasar de los estudios, en un mundo hiper-académico e hiper-titulista, al trabajo como persona joven. «Los últimos perfiles de trabajo que he encontrado no es que sean híbridos, es que son renacentistas. Debes saber de imagen, comunicación, gestión, idiomas (local, nacional e internacional) y hacer presupuestos». Siente que no hay un espacio de formación dentro de lo laboral, que el salto de lo académico a lo laboral es gigantesco. Generar red (lo positivo de la globalización) permite que tengamos un espacio para aprender mientras trabajamos, de poner en prácticas ciertas cosas. Pone como ejemplo Xuntanza, el colectivo al que pertenece y que fue concebido en un contexto académico innovador*, donde plantearon una investigación, grabaron un pequeño documental e hicieron cine al aire libre con gente en una aldea abandonada. Su práctica se guiaba por intuiciones, pero les faltaba profesionalización. El proyecto fue seleccionado en la convocatoria estatal de Galaxxia de 2020, recibiendo así su apoyo. Tuvieron la oportunidad de llevar algo a cabo en un contexto seguro, de escucha, no precarizante, sin las restricciones por las que suelen tener que pasar los colectivos jóvenes e híbridos. Fue una experiencia fantástica.
Iris cuenta su caso. En el salto que sintió de lo académico a lo profesional, se esperó que ella supiera hacer ciertas cosas que desconocía. En las prácticas de la carrera, jamás hizo un presupuesto ni abrió un Excel. «¿Cómo se consigue el dinero? ¿Cómo aprendo a hacer las cosas?»
*Fran pregunta a qué se refería antes Paloma con contexto académico innovador. Ella relata su paso por la escuela de cine Elías Querejeta Zine Eskola (en Tabakalera, Donostia). El programa toca pasado, presente y futuro, archivo, creación y comisariado… Todos los sectores que tocan y dan forma al cine. Los perfiles, edades y contextos de les compañeres eran completamente diferentes. «Más que una escuela, es una constelación de cine». Se permitía que las cosas brotasen de manera orgánica, poniendo en valor las sinergias entre estudiantes y el aprendizaje mutuo. No se pedía un trabajo de fin de máster concreto, sino que cada proyecto tomaba la forma que necesitaba a partir de sus propios objetivos. Así surgió Xuntanza.
17:20
Emiliano da su opinión tras pasar por el contexto sudamericano y el europeo. En Argentina, la educación es profesionalizante: intenta generar trabajadores que salgan lo antes posible al mercado laboral, incluso durante los años de carrera. Sostiene que está bien que la academia proponga una cosa distinta a la que propone el trabajo, pues pone en valor la experimentación. En Europa aprendió cosas que en Argentina faltaban, había poco espacio para la experimentación y la innovación. Además, el mundo académico genera estructuras mentales que luego pueden aplicarse al contexto profesional. «Yo necesito acumular títulos, mi mujer y yo somos dos nerds absolutos. Quería tener un título de cultura, generar lazos internacionales. Sabía que sería más fácil hacerlo a través de la academia».
Ana señala jocosamente que Paloma y Emiliano suelen participar mucho; como le ha ilusionado escuchar las voces de otres contándose a través de sus objetos al inicio, también le gustaría escuchar esas voces en torno a las preguntas que quedan, y anima a todo el grupo a participar.
¿Qué necesidades existen en cuanto a formación en el sector cultural?
Celina comenta que las universidades fueron construidas en el siglo pasado y pensadas para el mercado del siglo pasado. Así, faltan herramientas para nuevos modos de trabajo: colaborativos, independientes. También faltan herramientas de capacidad crítica.
En el chat, Eliana escribe: «¿Cómo ser buen profesional para una empresa que ya no existirá cuando te titules?». Toma la palabra y cuenta cómo, al salir de la universidad, tuvo que reinventarse. Aprendió muchas cosas en la vida profesional, pero sintió un vacío al insertarse en ella, sobre todo en las tareas intangibles. «Ser gestor cultural es ser todo y ser nada». Trabajar en el ámbito público implica opositar, y hacerlo de manera autónoma, encontrar convocatorias, desarrollar proyectos y que estos sean seleccionados… Siente que faltan herramientas y también acceso.
Mora responde a Eliana. «Intuimos cosas a raíz del máster. Es profesionalizante, práctico, pero sigue habiendo un vacío para que todo esto no se quede en una cosa conceptual, en pura palabrería». Respecto a lo que decía Emiliano antes, ella también valora especialmente la academia (y se siente vieja diciéndolo, como también bromeó Emiliano). La academia le ha dado cosas muy buenas, le ayudó a estructurar su cabeza y accedió a contenidos que no parecen tan profesionalizantes ni tan prácticos, pero que le ayudan a enfrentarse al trabajo. En su caso, se dedicó a la joyería, y en lo artesanal le faltaba esa parte académica (conceptos teóricos más profundos que no se estudian en otra parte). Ahora, se enfrenta a textos y le cuesta. Existe una distancia entre el mundo laboral y el profesional humano, pero «no se lo podemos pedir a la academia, hay que reclamar esos espacios de respeto en el propio trabajo. Es como cuando nos quitan las asignaturas de filosofía o latín de los institutos para poner talleres de emprendedurismo… no estoy de acuerdo».
En el chat, Emiliano escribe «Academicemos el trabajo».
Male piensa que nadie te forma del todo, que somos seres en construcción. Ella es abogada de profesión, algo que le sirvió para estructurar y analizar la realidad. Después, aprendió mucho trabajando. «Nunca un único lugar nos va a dar todo lo que necesitamos, hay que asumirlo. Vamos a seguir aprendiendo siempre, trabajando con otros y aprendiendo de ellos, es mejor tener esa mentalidad en lugar de pretender que nos lo den todo en un solo sitio».
Mora responde: cuando miras las ofertas de trabajo te piden tres idiomas y saber manejarte con Powerpoint, redes sociales, un montón de herramientas que no tienes… Male se pregunta si es realmente así: piden mucho pero después eligen personas con las que saben que van a trabajar e ir aprendiendo. Sonia G añade el tema del edadismo: «además de pedirte todas esas cosas, te piden que tengas 23 años. Sobre todo si eres mujer: debes ser joven y no ser madre». Iris añade que la remuneración, además, no es proporcional a los requerimientos.
Señala algo que escribió Emiliano en el chat: «están contratando a una sola persona para cubrir tres puestos de trabajo».
Mientras hablan, en el chat todo el mundo escribe, quieren saber cómo se consigue trabajo remunerado. Risas.
Alejandra P se siente contradictoria. Es arquitecta y odia serlo, le tiene resistencia a su título, porque su universidad la formó de una manera tan disciplinar y profesionalizante que nunca sintió que podría trabajar en cultura –que es lo que siempre le ha interesado–. Sin embargo, se siente agradecida de haber adquirido muchas herramientas que le han ayudado. Lleva nueve años trabajando en gestión cultural, pero decidió cursar este máster para validar lo que ya había aprendido trabajando. «Habito la contradicción de necesitar validar unas experiencias que tienen valor por sí mismas».
En el chat: #contradictoria <3
Para Cristina es importante, en el ámbito estudiantil, hacer útil aquello que aprendes. Desaprovechó algunas asignaturas limitándose a hacer los deberes. En su carrera apenas tuvo siete «compañeros cayetanos» sin demasiada implicación, la eterna becaria intentando hacerse valer en un mundo precario. Para cubrir puestos que no cuesten dinero, se van incorporando becaries y después se despiden, «No es una oportunidad». Antes compartió la foto de su tienda de segunda mano porque está cansada de esperar a que alguien le brinde una oportunidad, siente que a lo mejor tiene que darse su propia oportunidad ella misma, crear su propio empleo.
En el chat: para les de Abya Yala, definición audiovisual de cayetano: https://youtu.be/ZiUhV12G024
Blanca comparte que todos sus trabajos han sido precarios, sin haber pasado por prácticas ni becas. Ella también estudió arquitectura y, con este máster, le interesaba adquirir una dosis de actualidad y realidad. Es autónoma y está inscrita en un montón de epígrafes, una elección que conllevaba sacrificio. No estaba dispuesta a trabajar de manera precaria para otra persona, pero sí de manera precaria por su cuenta, aportando algo a pequeña escala y repercutiendo en su satisfacción personal. Aunque se resiste a justificar el trabajar precario, cree que es una realidad que hay que afrontar.
Iris tiene el objetivo de cubrir necesidades básicas de vida, y siempre querrá seguir aprendiendo. Por otro lado, se pregunta cómo conseguir trabajo, y es que construir tu propio empleo y tener herramientas de autonomía implica ser extremadamente polifacética. Las prácticas deberían ser siempre remuneradas. Al fin y al cabo estás contribuyendo a la empresa, aunque sea desde un lugar de aprendizaje.
Ana retoma el tema del autoempleo y las dificultades para salir adelante. «¿Desde dónde nos situamos, qué privilegios y opresiones nos atraviesan?». No puede evitar pensar en el segundo encuentro de Gravedad13, la conversación que mantuvieron con Hamaca. Es peligroso que quienes llevan veinte años en el sector tengan los mismos problemas que les jóvenes. Tenían muchas cosas en común: Eli Lloveras les contaba que tuvo que dedicar tres años de su vida únicamente a Hamaca, y que pudo hacerlo gracias a que por aquel entonces existían ayudas para emprender en el sector cultural (recibieron el primer año 100 mil euros, el segundo 90 mil y el tercero 80 mil). Lo compara con la primera ayuda percibida por Galaxxia: 15 mil euros y no se permitía cobrar honorarios, ¡pidiendo lo mismo que se le pedía a Hamaca! Subraya la importancia de registrar y poner en valor el pensamiento desde el que se construyen, además de esos 15 mil euros con los que han hecho tantísimo (y cobrado tan poco). En la cuenta de Instagram de Galaxxia (las stories destacadas «Pensamiento») y en su wiki comparten estos conceptos con los que se han ido construyendo.
Iris añade que se ha normalizado remunerar la actividad entendida como evento pero ¿cómo haces sostenible la actividad de pensar la estructura, buscar la financiación, constituirte como asociación?
¿Cuál es vuestra percepción y experiencia del mundo laboral, dentro del sector cultural? ¿Cómo influye vuestro posicionamiento político en la elección de espacios de formación, y en vuestra práctica laboral?
Adriana se anima a hablar sobre su precariedad. Lleva cinco años como autónoma, y no entiende cómo pudo sobrevivir a sus inicios. Con la ilusión y el entusiasmo, supone. Ahora siente más sostenibilidad, más tranquilidad, pero sigue estando la incertidumbre. No tiene garantías de que que cuenten con ella, ningún tipo de contrato o permanencia. Recalca la importancia de decir que no a proyectos precarios, a pesar de sentirse mal por tener que rechazar algo. No se puede trabajar por tan poco dinero, y con plazos de pago insostenibles.
«Hace falta una respuesta como sector», añade Iris. «¿Qué es ser trabajadora cultural? Establecer tarifas y buenas prácticas que nos sirvan de guía. No tienes ni idea de cuánto cuestan las cosas, te das cuenta de que cada cual paga una cosa y de una forma distinta».
Celina es comunicadora pero a veces desempeña trabajos de diseño. Así, realizó un encargo por poco dinero para un cliente, a este le gustó y le pidió otra cosa. Esta segunda vez, ella quiso valorar su trabajo y reivindicarlo, así que entregó un presupuesto más elevado. No le respondieron. En estos días, está a punto de escribirles diciendo que está dispuesta a hacerlo por la mitad, por pura necesidad. «Ayudaría hacer redes, poner experiencias en común, como pasa en otros aspectos entre personas migrantes».
Eliana suscribe el dilema de Celina. Cuando te acecha una necesidad económica, a largo plazo es más productivo aceptar un trabajo alimenticio en el que te pagan lo que sea. Pero seguir poniendo en valor tu trabajo, si crees que tiene un cierto precio. Si no, ese círculo no se rompe nunca. Cuando haya más presupuesto no te van a llamar a ti, van a llamar a otra persona con otro precio. Ella tuvo una experiencia de un trabajo al que se amoldó a pesar de la diferencia ideológica, pero le fue desgastando. Cuando lo abandonó, sintió un gran alivio y se propuso no volver a aceptar un encargo con el que no estuviese de acuerdo. «Estoy cansada de hacer cosas por amor al arte, las sigo haciendo pero quiere elegir cuáles. Estoy cansada de que se nos respete tan poco en lo laboral». Por eso habla de esa necesidad de tener una remuneración aceptable. Cuando llegó a España trabajó de cualquier cosa, sin papeles, hasta que pudo reorganizar su vida laboral. «Tenemos unas habilidades y las debemos aprovechar».
Emiliano añade que hay trabajos donde emocional o ideológicamente su implicación es tan alta que está dispuesto a hacer cualquier cosa, incluso trabajar gratis. Pone como ejemplo su primer trabajo, que consistió en construir una capilla en una villa de emergencia. Después, con el tiempo, intentó hacerse un nombre y competir, tenía menos tiempo para sus pasiones. «Y ahora no volveré a dibujar una línea si no me la pagan. Me lo puedo permitir porque tengo otros ingresos. Un tipo me dijo una vez “vos nunca podés trabajar gratis, tengas la edad que tengas”. Lo empecé a hacer así, perdí muchos clientes, pero luego empecé a ganar otros, y a ganar dinero. Ahora no podría volver a hacer aquel primer proyecto, y sin embargo es el que más me define (emocionalmente)».
Iris lamenta que no exista una forma de sindicarse. En el ámbito de España, ella no se identifica como animadora sociocultural, siento que lo suyo es más amplio. «¿Cómo podemos agruparnos si no logramos nombrarnos colectivamente? El modelo tradicional de sindicatos está obsoleto, ¿nos sirve para hacer reclamaciones políticas actualmente?». No querían que Galaxxia fuese un sindicato, y se preguntaron: ¿qué otras formas de agruparse y de ejercer presión política existen?
Mona opina sobre esto del emprendedurismo. «Nos han dicho que tenemos que montar nuestro propio proyecto. Yo me comí ese discurso, durante diez años mantuve mi propia empresa, y me costó un montón sacarla adelante. Fui haciendo todo bien para montar un proyecto empresarial, pero al final vi que la parte creativa había quedado relegada porque me dedicaba a hacer presupuestos y salir a vender, para poder mantener a mi familia. Nos vendieron mucho la moto con esa idea. Vengo acá a bombardear eso, es una quimera. Ahora no quiero volver a trabajar por mi cuenta ni de coña. Pero todo el tiempo te están diciendo que es lo que tienes que hacer, montar tu propio proyecto». Se resiste a la idea de emprendedurismo y advierte que debemos tener mucho cuidado con el coaching.
Nunca debemos dejar de lado la intuición, según Constanza. No hay fórmulas, todos los pasos deben adaptarse en cada caso. En nuestro interior sabemos cómo hacer las cosas, aunque no sepamos cómo concretarlas. Anima al grupo a escuchar esa voz interior, a no dejar de lado sus intuiciones.
Cristina busca ejemplos de apoyo y representación. A lo mejor lo que necesitan es tener una conversación socrática, a lo mejor ya saben lo que quieren pero necesitan un apoyo como el de Galaxxia para sacarlo a la luz. Otro ejemplo que se le ocurre es el de la asociación MAV (Mujeres en las Artes Visuales).
Sonia G pregunta cómo llega Galaxxia a estos colectivos/proyectos que necesitan acompañamiento. Iris responde que a través de una convocatoria abierta. Cuando empezaron, su primera vía de comunicación fue Instagram, aprendiendo mientras hacían. Lanzaron una convocatoria en 2020 para tres proyectos a nivel estatal. Se seleccionaron Xuntanza y otros dos. No tenían muy claro cuál iba a ser ese proceso de seguimiento, sino que fue durante y después cuando entendieron el rol de acompañamiento que podía tener Galaxxia.
Fran cuenta que Galaxxia surge de varies agentes. Por un lado el colectivo Nada (Fran y Ana se conocieron haciendo prácticas en Basurama, tras las cuales quisieron seguir haciendo cosas juntas). Luego se unieron Iris y también Belén, quien ya no forma parte. Y por último, Irene entró el año pasado. Nada junto a Iris y otras compañeras de Interrogante (que fue otra «asociación fallida») desarrollaron algunos proyectos juntas. Galaxxia surge en colaboración con otras entidades que ya no forman parte, como Carnicería. La relación se consolidó tomando cañas y haciendo propuestas que les divertían. Propusieron un juego de Twister gigante en una plaza para el festival Pinta Malasaña. Sin esa base, Galaxxia no se habría logrado articular como lo ha hecho. Trasfondos distintos, visiones heterogéneas… «Cada vez que tomábamos una cerveza con gente joven del sector cultural, salían los mismos temas. ¿Y si hiciéramos algo sobre esto?». Añade que ha habido, por supuesto, conflictos y desacuerdos, pero en lugar de competir, la fragilidad y la vulnerabilidad son recogidas por el grupo. La intención es que el ego no esté por encima de su relación ni del proyecto. «Nos encanta nuestro trabajo pero consideramos que la vida es más que eso. Es una buena base para generar un proyecto placentero».
Ana habla de un deseo, el de tratar de formalizar unas formas de trabajo desde las que venían colaborando. Entre ellas, y con diferentes colectivos. No es anecdótico que aquellos colectivos tuviesen por nombres palabras como Nada, Interrogante, Duda… tiene que ver con el momento en el que estamos. Trataron de seguir vinculándose con gente que ya estaba haciendo cosas. Partiendo de cómo se entienden como profesionales, como al inicio de esta sesión. Comenzando por conocerse desde los afectos, los vínculos, y poco a poco ir aterrizando ideas. Continúan aterrizándolas, debido a la precariedad de las vidas de cada una y la poca sostenibilidad del proyecto. Empezaron siendo seis personas, lo sacaron adelante cuatro en 2020. De esas cuatro, una ya no está porque le salió otro trabajo. Y con una de las personas que se apuntó a uno de sus talleres, Irene, hicieron match y ha pasado a formar parte del equipo motriz. Con Christian se encontraron por primera vez cuando él decidió contar, a través de una videollamada en abierto, cómo se enfrentó a una convocatoria cultural con honorarios mínimos (Se busca comisario). Después de aquello, Galaxxia decidieron no presentarse a esa convocatoria. Junto a Christian hablaron después de otra, Art for Change, que Nada Colectivo ganó con el proyecto Locus*, y juntes convocaron otra videollamada en abierto para contarlo desde su experiencia y no desde las bases oficiales.
«Pensando aquella videollamada y lo que se ha comentado sobre qué es lo que nos enseñan y qué no… aprendamos a hacer Excels, por favor. Es súper valioso, nuestros primeros presupuestos fueron un desastre. El acompañamiento con los presupuesto es siempre lo más complicado, nos seguimos equivocando. Qué es el IVA, cómo se aplica…». Ana no cree que este máster deba dirigirse al sector más empresarial de la cultura, pero sí entender que estamos situades en un mundo capitalista. Algo tan básico como un Excel es imprescindible. Se conecta con lo demás: los cuidados, los roles, la forma de organizarse, las escalas del proyecto. Nunca debe quedar para lo último. En Galaxxia existe esa voluntad de compartir lo que se aprende. «El año pasado me hice un máster con mis compañeras, cada una fue una profesora». No a todo el mundo le funciona trabajar en grupo, pero hay personas que lo necesitan. Christian no para de asentir con la cabeza.
Fran explica cómo la propia estructura jurídica que eliges (Galaxxia es un proyecto producido por Nada, es una asociación sin ánimo de lucro) influye en la forma en que desarrollas tu trabajo. «¿Qué hubiese pasado si nos hubiésemos constituido como empresa en lugar de como asociación? No pudimos, porque no teníamos un capital previo. Por otro lado, nuestra actividad no tiene ánimo de lucro, no queremos generar beneficios. Pero debes ganar dinero por lo que estás haciendo. Existe cierto rechazo al mundo empresarial desde el mundo artístico. Igual hay que quitarle un poco de estigma a la palabra “empresa”».
¿Qué nivel de acceso tenéis a instituciones culturales? En ese paso a la vida laboral, ¿qué relación tenéis con las instituciones culturales, públicas y privadas?
Mora cuenta cómo en Argentina, su experiencia con la administración es una burocracia imposible, y sin embargo en España la relación con las instituciones y las personas le resulta más potable.
Desde Galaxxia no sabían que ir al Ministerio para que les informasen era siquiera una opción. «Nosotras mismas no sabemos qué recursos existen. Quien accede es la gente que conoce a alguien que conoce a alguien… y entonces consiguen la reunión. Pero se trata de un servicio público. Al anunciar una subvención, ¿por qué no hay una línea donde se explique solicitar una reunión para presentar personificadamente el proyecto y/o resolver dudas?». La escala es importante, saber si tienes alguien a quien dirigirte, o si hay un edificio al que puedes entrar.
Mora está de acuerdo, hay que animarse a preguntar, pero también matiza que se deben recibir respuestas. Pone su ejemplo: el Ministerio de Cultura tiene un apartado con entidades que se dedican a supervisar el buen funcionamiento de fundaciones nuevas. Ella lleva meses intentando que le respondan a un email y nadie contesta. En el contexto actual de pandemia no se dan citas presenciales, pero por email tampoco responden.
Blanca habla desde su experiencia en el ámbito rural gallego, con una pequeña iniciativa privada. A la hora de pedir subvenciones o licencias y permisos, se comunica directamente con el Concello (Ayuntamiento). No existe ningún protocolo, la primera vez que fue le dijeron que no tenían dinero, pero que le contasen la iniciativa para valorar si le darían permiso. Una vez que había dinero, le respaldarían si ella asumía todas las responsabilidades. Eso fue hace seis años, hoy en día cuando tienen alguna subvención en el Concello le consultan para ver si puede encargarse de todo. Ahora le resulta fácil, porque de entrada tuvo que intervenir. Si no, no existiría este marco.
Paloma explica que en el espacio rural no existen estos protocolos, al concentrarse la actividad cultural en las ciudades. En el cine, siempre se tiene que pedir una ayuda económica antes de poder grabar. «Siempre estás viviendo a tres meses vista. Se te precariza mercantilizando lo que produces (el evento, la conferencia, el concierto) para rellenar la agenda de las instituciones, y te entregan el dinero al final. Si no existe concepto de honorarios, te están dando dinero para que produzcas algo de manera gratuita. No están generando trabajo, están precarizando. En vez de contratar a esas personas para hacer algo de manera sostenible, lo pintan como que tienen X cantidad de presupuesto para distribuir entre X personas y así obtener X producto».
Iris añade que es necesario nombrar y diferenciar gastos de producción y honorarios. Haría falta otro debate sobre qué honorarios se ponen, y cómo medirlos. Cuenta cómo debatieron mucho a la hora de diseñar aquella convocatoria de Galaxxia. Insistieron, añade Ana, en que lo máximo que se podía hacer era un encuentro de uno o dos días, no más. Esto no se hace en las convocatorias, sino que se da el mismo dinero a todo el mundo, ya sea un proyecto de un año o de tres días. Ahí existe el poder de quien formula, de ir generando una cierta equidad desde las bases. Luego, si la persona que postula decide desbordar esos límites, al menos no será en detrimento de la franja de honorarios. Muchos proyectos que no pasaron la convocatoria fue por este motivo, porque planteaban una escala inasible y autoprecarizante fuera de las pautas que se habían delimitado.
Magdalena trabaja desde el Estado, donde «hay mucha plata pero no es suficiente». Por otro lado, se va modernizando para facilitar el acceso a esas herramientas, a postular. Siempre participan las mismas personas porque es difícil postular, existe una distancia que el Estado debe rebajar… pero también hay que tomarse el tiempo de entender y de entrar en la lógica de las convocatorias. De este modo, se acercarían nuevas personas o grupos.
Emiliano también trabaja desde el Estado, y cree que el propio sector cultural alimenta esa posición antagónica entre Estado y gestores culturales. Muchas veces la gestión cultural privada no se preocupa de entender los mecanismos del Estado. Son complejos, pero es necesario buscar un punto intermedio.
La intensidad de la conversación exige una pausa, y nos permitimos descansar 15 minutos. La playlist vuelve a arrancar, suenan Yosi Horikawa y Moderat, los rectángulos se apagan.
Bloque 2. Preguntas que les estudiantes lanzan a Galaxxia
19:20
Empiezan a escucharse silbidos, la llamada para que regresemos del descanso a nuestras pantallas. Este tercer bloque de la sesión está destinado a que los grupos de estudiantes le hagan preguntas a Galaxxia (previamente volcadas en un pad colectivo). Antes de empezar, cada grupo dedica cinco minutos a elegir una sola de aquellas preguntas. Mientras las personas rezagadas se reconectan, quienes ya están hablan de los colores del pad. «Beige, violeta y rosa, como un chupa chups de crema y fresa. ¿Cuáles son vuestras chucherías favoritas?» Hablamos de peta zetas, de dedos de gominola, de pitufos, de pica pica… mientras van conectándose les últimes y consensúan los interrogantes que lanzará cada grupo de trabajo.
Grupo Gobernanza
¿Cómo gestiona Galaxxia la toma de decisiones en dos direcciones: hacia afuera, junto a otros proyectos/organizaciones y hacia adentro, como equipo? ¿Es de manera abierta/colaborativa? ¿Cuál es la metodología?
Iris comienza. Si se lanza una propuesta, no hace falta consensuarla, porque existe una confianza mutua de base. Si una integrante va a desarrollar una actividad, esa persona la lidera. El consenso constante y absoluto ralentiza y exige mucho trabajo. Cuando hay tomas de decisiones que sí se necesitan consensuar, hacen una ronda con las aportaciones de todas.
Ana continúa. Lo horizontal no se riñe con los roles, que se deciden en una conversación sobre disponibilidades, deseos y capacidades. Esos roles suelen ser coordinación, gestión económica, seguimiento, documentación y comunicación. También están abiertas a que una pueda tomar el rol de otra. Una de las herramientas que emplean es un acta semanal, del que se encarga una persona diferente cada semana. De ese modo, todas tienen una visión amplia de lo que está ocurriendo.
Cada dos semanas tienen una reunión donde se pone en común el trabajo de la semana anterior y el de la próxima, añade Fran. Comparten un calendario de tareas en el que cada una vuelca sus tareas semanales, tanto tareas individuales como colectivas. En el momento en que se termina una tarea, se marca como realizada, y se incluye la referencia de dónde está volcado el trabajo. Además usan Toggl para controlar qué tiempos están invirtiendo en los roles y comprobar si han estimado y presupuestado correctamente. Esta herramienta permite ver cuánto tiempo le dedica cada persona a cada cosa, les ayuda a entender y valorar su trabajo a nivel económico. «Nos ayuda a saber cuánto tardamos en hacer las cosas y a presupuestarlas. Este año además pagamos a una persona que hace de “guardián del tiempo”. Cuando hacemos las reuniones online toma el acta, controla que no se nos vayan los tiempos y los temas previstos».
Sobre el «hacia afuera», Iris pone el ejemplo de cuando reciben un encargo de charla o taller. Normalmente les indican unas condiciones previas a partir de las cuales diseñan. Con sus proyectos de convocatoria abierta, marcan desde el principio unas bases (remuneración, tiempos) y proponen firmar un acuerdo de colaboración. Aunque tardan tiempo en desarrollar estos acuerdos, están contentas con la tarea. Poner por escrito las expectativas de lo que va a ocurrir, que se hable y se firme es importante para evitar malentendidos. Por eso, se esfuerzan en comentarlo todo y dejarlo por escrito. «Es algo que estamos experimentando, estamos aprendiendo a hacerlo sin que suponga un bloqueo o una hiper-burocratización de la relación, y mantener una cierta flexibilidad que entendemos como positiva», añade Fran. Ana sigue: «No a todo el mundo le vale ese tipo de contrato, algunes prefieren un email en el que indiques los puntos claves, al que contestar afirmativamente. Estamos abiertas a diferentes propuestas contractuales». Es siempre algo que está en proceso, tienen interés en seguir experimentando sin cerrarlo. La clave es que haya mucha comunicación. De hecho, la primera pregunta que hacen en todas las reuniones es siempre «¿cómo estamos, qué tal estamos?». A veces, esa pregunta genera una respuesta larga que hay que atender, y prefieren ocupar ese momento en poder acompañar. Si no se puede porque tienen entre manos una urgencia, abren un espacio para hablarlo más adelante, y que así no se pierda de vista.
Grupo Lokas
¿Cómo ser respetuosx con colectivos/minorías cuando las integrantes de Galaxxia no forman parte de estos? ¿Cómo os hacéis llegar a lxs no-gestores?
Ana observa que la primera pregunta está dirigida a la colaboración de Galaxxia con el colectivo Don’t hit a la negrx. En sus propias palabras, el colectivo perrea el dolor y la precariedad. Y se autosustentan desde esos procesos. En el derecho a la cultura está quien consume, quien participa y quien crea. En el caso de Don’t hit a la negrx, Xuntanza y demás participantes de las convocatorias, el acompañamiento de Galaxxia partía de la base de que eran elles les creadores de cada proyecto. Galaxxia era una base de apoyo de la que se beneficiaban para sacar adelante el proyecto. Hubo un trabajo grande de comunicación, para que Galaxxia se entendiera como una necesidad desde proyectos culturales jóvenes no afianzados. De cara a cada convocatoria, abren un apartado de preguntas. Una persona les preguntó qué pasaba si era artista pero no tenía trayectoria profesional. La respuesta que le dieron es que sí la tenía, al contar con diversas experiencias que habían afectado su vida, y eso era algo que valoraban.
Iris: «Acompañamos y respetamos que la persona está trabajando desde un lugar situado. Xuntanza ocurría en un territorio situado en el que esas personas eran más expertas que nosotras. Nosotras podemos aportar otras experiencias. Esa es la forma en que se nos ha ocurrido respetar a esas minorías». En la convocatoria también expusieron abiertamente que las minorías tenían cabida. «Explicitarlo hace que la gente sienta que se le ofrece ese espacio».
Grupo Mediación
¿Qué pasa cuando presentáis un proyecto vuestro a una convocatoria, pero no tiene éxito? ¿Qué actitud tomáis, tenéis alguna experiencia que compartir?
Fran explica que les ha pasado, sobre todo al principio, que no todo sale adelante. Una estrategia es seguir presentándolo a otras convocatorias. Otra es revisar e intentar entender los porqués, qué es lo que no ha encajado. Ahí existe una crítica a los sistemas de convocatorias mismos: no te dicen por qué has sido seleccionade o rechazade, lo cual es absurdo porque no te permite mejorar nada. Una tercera estrategia, precarizante pero que han empleado alguna vez, es realizar el proyecto con recursos propios. El primer proyecto de Nada Colectivo fue un viaje de investigación por España, para conocer prácticas de espacios culturales y colectivos independientes, y lograron financiarlo a través de un crowdfunding.
En el chat, Galaxxia comparte los siguientes enlaces:
bases convocatoria nacional: http://galaxxia.org/RECURSOS-WIKI/Bases-convo-estatal-10_GALAXXIA.pdf
bases convocatoria local: http://galaxxia.org/RECURSOS-WIKI/BASES-convomadrid2020.pdf
aquí podéis ver todas nuestras solicitudes de financiación, las que hemos sacado y las fallidas, junto con sus dosieres : http://wiki.galaxxia.org/index.php?title=Solicitudes_de_financiaci%C3%B3n
Ana toma la palabra: «Hay personas que si no ganan, lo pasan fatal. Hay que entender que lo pensado es válido, aunque no te lo validen. Hablar de ecología en cuanto a los proyectos. Hay todo un trabajo de traducción de esas bases nuestras de pensamiento, o sea de adaptarlas a los objetivos de las instituciones con las que colaboramos. Muchas de nuestras ideas pueden no valer para nada, pero también es real que las personas que valoran proyectos son señores de ochenta años en una posición social X, con todo lo que implica, y hay que tenerlo en cuenta. Tenemos todo el derecho a estar cansadas. Hacemos un trabajo importante de cuidarnos y de entender los cuidados como una comunicación. Tenemos muchas propuestas denegadas y algunas concedidas… Somos personas paupérrimas. Si no tienes un capital base bien mullido, es difícil hacer esos saltos de escalón. ¿Qué expectativas se tienen con respecto a esto, cuánto tiempo y emocionalidad estamos dispuestes a meter en ello?».
Ana continúa explicando que, con la actual ayuda de la Fundación Daniel y Nina Carasso, han logrado algunas cosas, como incluir una micropartida para la conceptualización del proyecto. Normalmente, las convocatorias solo te permiten remunerar lo que ocurre a partir de que te la conceden. Con respecto a la emocionalidad y cómo puede afectar al propio proceso cultural, han presupuestado también un seguimiento psicológico. Cuentan con una persona que les acompaña en cuatro puntos del proyecto: al principio, en dos momentos del proceso y al final. Si alguna de ellas detecta algo que podría ser conflictivo y que no sabe cómo canalizar, cuentan con este acompañamiento que les ayuda a comunicarse. Aprendieron esto durante su participación en Art for Change, observando el proyecto Impresas, que trabaja con mujeres privadas de libertad, en situación de cárcel. «La relación con este tipo de usuarias tiene implicaciones emocionales fuertes. Cuando tú sales, ellas se quedan. Siendo y trabajando con personas atravesadas por sufrimiento psíquico, ¿cómo no se nos había ocurrido? Es algo a lo que hay que prestar atención».
Iris añade que los momentos de rechazo son inevitables. Cuando ganas algo tienes un subidón, en otro momento tienes un bloqueo. Gestionar esa inestabilidad tiene que ver con ese acompañamiento, con cómo construir sostenibilidad no solo a nivel económico, sino de que el equipo esté en condiciones para poder continuar.
«Las chicas de Hamaca nos han enseñado la idea de generar una caja de resistencia», continúa Fran. Con dinero que sale de partidas de otros proyectos, invertido para mantener una base con la cual cubrir gastos durante los meses que una subvención tarda en llegar, o para pagar los honorarios de quienes siguen pensando y generando proyectos para convocatorias y otros proyectos.
Ana concluye: «Otra clave es no pensar en el crecimiento como algo lineal. Hay desvíos y vueltas atrás que pueden afectar, por eso hablamos siempre de tentáculos. Hay una clave, pero de ella salen diferentes tentáculos. Alguno siempre sobrevive. En el caso de desechar el proyecto, nos toca asumirlo como parte de la vida, como cualquier tipo de proceso. Igual que una pareja que no funciona o la muerte».
¿Cómo gestionáis los estados emocionales ante una posible crisis? ¿Cómo atajar los conflictos?
Aunque se ha tocado en al anterior respuesta, Iris aclara que siempre surgirán conflictos, y aunque ha habido momentos de sufrimiento, en Galaxxia se acompañan con herramientas de las que van aprendiendo con mucho trabajo personal y de grupo (inseguridades, expectativas, formas de comunicar). «A veces la mejor forma de acompañar es no acompañando», matiza Ana. Igual que la capacidad de decir que no a quien te precariza, está la capacidad de decir que no a tus compañeras, o «no ahora». Fran añade que «habrá momentos de desquiciamiento, pero la intención es que eso se comparta y se entienda. Y si no se entiende, se vuelve a explicar».
Paloma interviene sacando un tema que le enerva, y que siente que se puede hablar en este máster por cómo se están comunicando: la romantización de los cuidados. Entendiéndolos como un añadido, infantilizado o mono, y no como una cuestión integral que repercute en lo que se genera desde un proyecto. Está directamente relacionado con trabajar bien. Y con coherencia, añade Iris. No vale con escribir las cinco palabras que están de moda. «Si vas a hablar de género, aplícalo profesionalmente en tu día a día. Tenemos una responsabilidad de no pervertir los términos».
Grupo Periferias
Al estar Andrea sola, articula su pregunta de manera personal. «Habéis comentado que alguna gente escribe a Galaxxia creyendo que su recorrido es insuficiente, y le explicáis que da igual, que estando donde estás ya has recorrido algo. Yo estudié en la universidad pública (soy arquitecta), nada más acabar me pedían dos años de experiencia, pero era imposible porque me había negado a realizar prácticas no remuneradas, y me dediqué a hacer trabajos pagados que me divertían más. Así que siempre he sentido que llego tarde. Todes con un ritmo y yo al revés. Desde Galaxxia tenéis esa capacidad de cuidar, de apoyar a quienes no llevan un ritmo estandarizado. Yo, para hacer este máster, estoy desempeñando un trabajo que no me gusta tanto, esperando que puedan ocurrir estas cosas, estoy viabilizando estas cosas, pero siempre me encuentro con lo mismo: siento que no he estado haciendo lo que tenía que hacer porque iba a otro ritmo, atendiendo otras cosas. Tengo una idea, pero estoy perdida porque siento que no he hecho lo que debía hacer en el paso previo. ¡No es una pregunta, es un drama!».
Según va hablando, en el chat todo el mundo se identifica con Andrea. Resuena el apoyo.
Iris responde que todes hemos estado ahí, «Galaxxia surge porque queremos hacer cosas, no sabemos hacerlas, así que vamos a juntarnos». Ana habla de una honestidad que no siempre se da en el mundo cultural: «Te puedes comparar con quien quieras, pero si haces el ejercicio que estamos haciendo hoy, todas te dirían que están en la mierda. Incluso a nivel económico, independientemente de tu trayectoria y CV. Hay una realidad que nos atraviesa pero que no se pone sobre la mesa: si tienes que trabajar para pagarte un máster y seguir educándote, es porque no tienes una familia que pueda o esté dispuesta a sostener que te sigas formando. Yo sé hablar de dinero ahora pero hace un año no sabía. Odiaba hablar de dinero, mi relación con el dinero no era buena. Entendí que era una energía más, un canal más que podía llevarme a cumplir mis objetivos».
A Andrea de pequeña le gustaba jugar a ser cajera, dice que no tiene miedo a los Excel. Pero no quiere malvivir, romantizar el ser una muerta de hambre. «A lo mejor mi sueño es comer bien, y para eso tengo que ganar dinero».
Las malas prácticas están ocurriendo, añade Iris. Te van a pedir un trabajo enorme por un presupuesto ínfimo. Desde Galaxxia no quieren replicar esta inercia en sus convocatorias, quieren comunicarle a las instituciones que esas prácticas no son justas. Quieren sentar precedentes.
Si no tienes un salario fijo es porque tu actividad es irregular. En Francia se paga una cuota de autónomos proporcional a lo que se gana, mientras que en España esa cuota es fija. Fran añade que «quieren subir la cuota de autónomos de 300 euros, para quienes facturan más de 1500, a 420 euros. No tiene sentido. Por ser trabajadora cultural no tengo por qué querer morirme de hambre».
Cierre
20:43
Se ha hecho de noche. En la pantalla compartida, un GIF de un corazón verde late y rota.
Fran inicia la despedida: «Contad con este espacio para lo que necesitéis. Nos gustaría que la red contara con Galaxxia como un recurso, no tanto como algo externo. Galaxxia está hecha por todas las personas que están dentro de esta red. Convocatorias, cartas de apoyo… todo lo que se os ocurra. No digo que podamos responder a todas esas necesidades nosotras, pero la red de Galaxxia está compuesta por más personas, muchas, con valores parecidos y el compromiso de trabajar de una forma distinta».
Ana invita a que se apropien de la trayectoria de Galaxxia. Es corta, pero han tenido el privilegio de colaborar con o recibir apoyos de el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento de Madrid y la Fundación Daniel y Nina Carasso, entre otras. Lo ofrecen con total transparencia. «Simplemente por haber compartido la sesión de hoy, ya formáis parte de Galaxxia».
Preguntan si alguien quiere compartir qué tal venía y qué tal se va, algo que siempre les ayuda. María quiere compartir: se siente inspirada al ver a chicas jóvenes liderando un proyecto. «No nos vendéis todos vuestros títulos, en el enfoque de la sesión se ve todo lo que hacéis, me inspiráis, me ha encantado. Quería decirlo aquí, más allá de escribirlo en un formulario impersonal».
Sonia G hace referencia a cuando Galaxxia preguntó qué proyectos jóvenes conocían les estudiantes. Le resultó confuso, al no entender si se referían a proyectos compuestos por personas jóvenes (que le parece raro «porque la edad es subjetiva») o proyectos que son jóvenes porque llevan poco tiempo en marcha. Iris responde que aún están aprendiendo a medir el impacto, y aclara que se referían a proyectos llevados a cabo por personas jóvenes, menores de 35 años. A partir de ahora, lo matizarán. La idea es comprobar si el trabajo de esas personas tiene visibilidad. «El ser joven tiene unas implicaciones y unas vulnerabilidades que no existen para personas con otra edad» dice Ana, y Sonia G discrepa: «Con 41 años me siento igual de precaria que cuando tenía 16. Ya hablaremos de esto».
Con mucho amor, el grupo se despide y Galaxxia les cuenta que la relatoría se publicará en wiki.galaxxia.org