Mata a tu ídolo

De Galaxxia
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Mata a tu ídolo es un texto de Señora Perversa realizado en octubre de 2020. Perversa fue seleccionada como colaboradora para las sesiones experimentales de pensamiento y escritura Claves para un manifiesto de las Jornadas de pensamiento xxi.

Quisiera en primer lugar dejar claro que este texto no pretende en absoluto destacar ni imponer un modo de ver determinado. Todo lo acá escrito es susceptible de ser cuestionado y, de hecho, eso sería lo bonito, y de algún modo acompañaría al proceso crítico del que dejo constancia.

Francis Bacon define la figura del ídolo como una noción o imagen falsa, creada en la mente y de la cual es difícil librarse porque tiende a reaparecer una y otra vez. Por otro lado, en cuanto al término “referente”, Internet Todopoderoso justifica el poder de esta figura (a la que yo casi consideraría un arquetipo) en base a diversos atributos del individuo pensante y social: Conocimiento previo sobre la ideología del referente, proceso de categorización, estereotipos generados por la sociedad e internalizados por le individue, “sentido común”, marcado por la ideología, valores y creencias propias.

Esto es: cada vez que leemos un texto que nos marca o escuchamos un discurso que nos atraviesa, firmado por equis, están entrando en juego todas estas cosas: colocaremos a la persona que nos ha llegado en uno u otro lugar en base al “molde” que dentro de nuestra cabeza hayamos creado para acoger y albergar discursos que nos ha gustado escuchar, por ejemplo. Por ejemplo, dependiendo del cariz de este molde, puedo llegar a la conclusión, tras leer el texto, de que esta persona es sobrehumana porque dice cosas excelentes y merece vivir en un trono de oro ¡oh dios mío! o por el contrario que, sencillamente, ha aglutinado un conocimiento maravilloso y qué bien haberlo absorbido, y si me puedo tomar un refresco con ella pues qué bien poder compartir un rato de charleta. Se ve la diferencia, no?

¿Cuál es la forma de este molde? ¿Cómo y por qué se ha formado? ¿Tenemos agencia para modificarlo? ¿Podríamos quizá atrevernos a romperlo en mil pedazos y sustituirlo por otro…o no sustituirlo jamás? ¿Qué pasaría si no hubiera molde? ¿Es posible la ausencia de molde? Y lo más importante: ¿Estaríamos dispuestas a tomar partido y cuestionar un asunto tan profundo e interno?

Sucede que esta cuestión de los referentes, entendidos como pieza fundamental de posibles relaciones verticales, a menudo permea en entornos considerados “contraculturales” e incluso “militantes”, políticamente hablando. Se nos cuelan, nos configuran, contaminan nuestras relaciones y nuestros vínculos, cosa importante teniendo en cuenta que mucha de nuestra práctica cotidiana se apuntala precisamente en las relaciones.

Al relacionarnos crecemos como colectivo, nos fortificamos, nos empoderamos. Pero también al relacionarnos surgen jerarquías, generamos dinámicas de poder, detentamos privilegios y nos hacemos daño. Considero importante autocriticarnos y señalar que esto sucede, y mucho. Sucede en nuestras asambleas, en nuestras exposiciones artísticas, en nuestras amistades. Colocamos ídolos por doquier, nos vanagloriamos y también nos sentimos pequeñitxs. ¿Por qué sucede?: ¿En qué punto nos beneficia endiosar a una persona? ¿Beneficia a esa persona? ¿Beneficia a esa parte de nosotras que necesita hacer esto?

Propongo como punto de partida que no paremos de preguntarnos, que tejamos alianzas, y para ello, que pongamos objetivos.

Mi objetivo es el cambio total. No necesito una “reforma” del molde que me han impuesto, lo quiero reventar. Poner en valor todos y cada uno de los discursos y prácticas que vengan de abajo hacia arriba, de lugares no privilegiados. Creernos entre nosotres, desterrar la idea de “líder”, sea intelectual o no.

Ante un sistema donde impera la dominación como estructura clave, donde se escucha a quien ostenta poder y estatus y se niega la experiencia a quien habita los puestos más bajos de la pirámide, donde esta misma pirámide es aceptada y legitimada por el grueso de la población, revolucionario es escucharnos, tejer puentes, renunciar a nuestros propios privilegios (y sí, hablar en público y desenvolverse bien también es un privilegio).

Ahora bien, ¿cómo convertir todas estas preguntas (a priori tan categóricas y que plantean una praxis de largo recorrido) en práctica, sin caer en la incongruencia, la soberbia profunda o los Mundos de Yupi?

Caer, levantarse, caer, levantarse. Ser conscientes de nuestras derrotas y disfrutar mucho de lo ya conseguido. Si estás leyendo esto, ya tienes la semilla dentro.

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