5 Encuentro Astronomía: Intermediæ

De Galaxxia
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El lunes 10 de mayo de 2021 celebramos el encuentro número 5 de Gravedad13 en el terrario de Intermediæ, en Matadero Madrid. En nombre de Galaxxia, estamos presentes Ana, Irene e Iris, acompañadas de Christian Fernández Mirón, que recoge la conversación en esta relatoría textual.

Bienvenida

Pieza de comunicación del encuentro con Intermediæ. Ilustración: Víctor Sánchez de la Peña.

Lunes 10 de mayo de 2021.

Entramos a Intermediæ, sus paredes de cristal entre tanto ladrillo. Matadero Madrid es mucho ladrillo, los edificios son bajos y las calles entre las naves son anchas. Afuera parece verano porque luce un gran sol, pero aún hace fresco. Hace bueno en el antiguo matadero.

En representación de Galaxxia, van llegando Ana, Irene e Iris, con Christian Fernández Mirón como relator. En representación de Intermediæ, nos dan la bienvenida Zoe López Mediero y Tommaso Marzocchini. Nos invitan a tomar asiento en el terrario y Zoe no recuerda cuándo fue la última vez que le pudo dedicar cinco horas a una sola reunión, siente que es algo especial. Sobre la mesa: palmeritas, cafés, cuadernos y seis objetos personales.

10:00

Empezamos preguntándonos cómo estamos, una costumbre y prioridad de Galaxxia. Las respuestas parecen hacerse eco unas a otras: «agotamiento», «prisas», «llegar tarde», «no llegar». Hablamos de lo difícil que es seguirnos la pista, de situar las cosas a lo largo de los años. Pero esta sala despierta recuerdos. Irene estuvo aquí por última vez participando en el encuentro Queremos entrar (FESTeen 2015, que buscaba –y logró– cambiar la ley para que menores de edad pudiesen acceder a recintos de conciertos), y Christian asocia este lugar y sus cactus de fieltro con el festival Mirador, allá por 2007. «Aquella fue la primera vez que hice algo en el circuito oficial del arte, la primera vez que pensé “yo puedo pertenecer aquí”». Intermediæ forma parte de nuestras historias.

Presentaciones. Mesa de Mezclas

Irene toma las riendas para la ronda de presentaciones, y lanza tres preguntas.

1. Describe el objeto que has traído: forma, colores, peso…

2. ¿Qué relación tiene con tus proyectos?

3. ¿En qué se parece a ti?

Forman parte de un proyecto más grande, Mesa de Mezclas, con el que de hecho comenzó entrevistando a Christian hace años. Se trata de conocer a la persona a través de lo que cuenta, tomando como excusa, en este caso, un objeto de su vida cotidiana. Empezará Irene misma, y para ahorrar algo de tiempo decidimos fusionar la segunda y tercera pregunta. Ahora que han pasado cinco sesiones, podemos mirar atrás y ver los objetos que hemos ido trayendo como un conjunto cuidadosamente comisariado.

  • Irene y su chapa. Contiene impreso un fragmento de Perro semihundido en la arena, el famoso cuadro de Goya. Los colores son ocre y tierra. Vemos algo parecido a un perro. La chapa cabe en su mano, es suave y metálica, y lleva escrito el nombre del Museo del Prado. Si la golpea, suena. Ana comparte una anécdota sobre el cuadro: «En una de las últimas restauraciones, borraron un pajarito que estaba pintado en la parte superior, que es a donde miraba el perro». Igual que este perro mira algo (un pájaro, según la anécdota de Ana), Irene mira mucho las cosas, mira y vuelve a mirar. Le gusta perderse en los descampados, hacerle fotos a las cosas y atender a los detalles. Se percata de que todos los objetos que ha traído durante los encuentros de Gravedad13 tienen una parte impresa, y ella es diseñadora gráfica. «Las superficies visuales son parte de mi realidad». En el reverso encontramos tipografía, que le encanta. Es un recuerdo, un souvenir, como lo que se está llevando de cada encuentro con Galaxxia (desde una hoja de cálculo en Excel hasta un viaje a Villanueva de la Vera). «En Galaxxia también miramos mucho las cosas. Estamos detrás de un muro asomando la cabeza, como este perro». «Y luchando por no hundirnos», añade Ana.
  • Christian y su pequeño cencerro. Es casi una miniatura y es de metal. Antes de nombrarlo, lo describe: la forma es de cilindro trapezoidal exterior, fino, albergando un cilindro sólido, más pesado, en su interior. «Cuando agitas este objeto, el interior y el exterior chocan y suenan. Se llama cencerro». Lo compró en Casa Vega, un pequeño establecimiento de su barrio que ha desaparecido en los últimos años, junto a tantos otros con el proceso de gentrificación. Le da mucha pena que desaparezcan estas cosas, es como un punto de no retorno. Por algún motivo, cada vez le interesa más la memoria, el archivo y las personas mayores. En relación con sus proyectos, desde la mediación escucha y habla todo el rato con gente. Naturalmente, existe también un vínculo con sus proyectos musicales o sonoros.
  • Tommaso y su manojo de llaves. Cuenta ocho, pero el número va en aumento cada mes. A todo el mundo le parecen iguales, pero Tommaso sabe qué abre cada una y cuántas copias hay. Permiten abrir la nave en la que nos encontramos, pasando por todos los candados de acceso a la misma, al almacén y a la oficina. Las llaves facilitan las cosas, brindan autonomía y agilidad. «La palabra clave es… protocolos de acceso». Este fue el primer objeto que se le entregó cuando empezó a trabajar aquí, hace once años. Lo primero que hizo fue quitarle la chapa corporativa que ponía Intermediæ, por miedo a que se las robasen e intentasen entrar. En estos diez años, solamente las ha perdido una vez. Están sujetas a un cordel negro y a veces las lleva al cuello, como una especie de símbolo de poder. Zoe interrumpe para decir que cuando ellas las lleva al cuello, no siente el poder, solo el peso. Los colegas de Tommaso también le dejan llaves a veces, para cuidar de gatos y de plantas, porque le consideran una persona de fiar. «Tener llave te permite trabajar mejor: si puedes evitar pedir permiso para que te dejen entrar, ganarás en agilidad. Tiras millas». Zoe añade que hay que saber cuándo pedir permiso y cuándo pedir perdón. «Es la gran clave de Intermediæ, preguntarnos todo el rato sobre el acceso: quién puede entrar, quién entra, y quién no». El primer equipo decía que su objetivo se habría cumplido cuando se pudieran dejar las llaves en la puerta, algo que a Zoe le recordaba a un centro social autogestionado. Ella observa que Tommaso encarna ese lado más invisible, del abrir y el facilitar.
  • Zoe y su pulsera. Es de plástico, decorativa, y cercana a la piel. Está deteriorada porque tiene unos cuantos años, aunque llevaba un tiempo sin ponérsela. Se la regaló un amigo colombiano que formó parte de Intermediæ. Ha sido fabricada por personas indígenas y contiene muchos colores: verde, rojo, marrón, naranja, amarilo, añil, azul y negro. El amigo que se la dio está ahora en Cali, y recuerda cómo hace unas semanas comenzaron las revueltas en Colombia. Él le envía imágenes de todo lo que está sucediendo. «Si tuviese que definir qué marca Intermediæ, sería el paso de las personas. Las personas hacen los sitios, aunque sean sitios institucionales». En relación con sus proyectos, destaca que se trata de un objeto hecho a mano, personalizado, que tiene una historia y que viene de una cultura. También es decorativo, lúdico y divertido, lugares donde también opera la belleza. Lo vincula con el intento de trascender la autorreferencialidad, de salir del yo y tener conciencia de lo que ocurre con otras personas y en otros lados. En este caso con Colombia, un país duro y violento, con enormes desigualdades sociales. Pensar que su amigo esté ahora en medio de todas esas revueltas, en una ciudad que se ha rebelado porque no resiste más y no tiene nada que perder… para ella, eso tiene mucho que ver con Intermediæ. «Siempre han sido proyectos de revuelta, proyectos políticamente enraizados, colaborativos».
  • Ana y sus dos chapas. Brillan, como todos los objetos que ha traído hasta el momento. Una tiene un degradado de color, de naranja a amarillo, y en el centro el logo de Imagina Madrid (aquel fue su primer encargo institucional, y se ocupó de la dinamización vecinal). La otra tiene una textura terrosa, en colores verdes, y en medio vemos el logo de El Cinorrio. Nos regalaron estas chapas en el anterior encuentro de Gravedad13. Aunque es muy organizada, Ana tiene tendencia a que se le acumulen pequeños objetos en una esquina de su mesa. Esta semana, estos dos objetos correspondientes a experiencias alejadas en el tiempo, se juntaron allí, por casualidad. Le hizo gracia encontrarlos juntos esta mañana, y el viaje que ha recorrido en su mente. «Esas cosas mágicas que a veces ocurren». Sus proyectos siempre han nacido de los afectos, que considera esenciales para construir adecuadamente. Está en una época de su vida, tanto en lo personal como en lo profesional, en la que tiende al minimalismo, a quedarse con lo justo para asegurar que pueda cuidar. «Recuerdos, redes, formas de hacer que aprendes de otres. Galaxxia se construye desde ahí, desde los afectos y las tendencias minimalistas, no expansivas, desde el ir poquito a poco». Actualmente está cursando un máster (Máster en Gestión Cultural Internacional e Innovación Social de la UCM), y el primer día le pidieron que se presentase. Aquel día dijo que su primer máster había sido Galaxxia, y que sus profesoras habían sido sus compañeras.
  • Iris y su piedra de obsidiana dorada. Es esférica y pulida, pesa mucho. Si la miras bien, puede parecer una galaxia (aunque a Tommaso le recuerda más al planeta Júpiter). La piedra viene de México, y conecta a Iris con el viajar, algo que a la vez le lleva a preocuparse por su huella en el medio ambiente. Le gusta pasar la esfera de una mano a otra mientras reflexiona, así que la suele dejar encima del escritorio en el que trabaja. Les demás quieren tocar su objeto y sentir su peso, y va pasando de mano en mano. Irene observa que durante los encuentros de Gravedad13, todos los objetos que ha traído Iris son objetos mágicos. Respecto a la relación con sus proyectos… la esfera le parece hipnótica, no se sabe dónde acaba la espiral. Para ella, el sector cultural y lo que sale de él es así: capas infinitas. Conecta de nuevo con lo mágico. Lo que surge de procesos participativos, redes, vínculos… le emociona, suceden cosas mágicas, inexplicables y poderosas. Aunque se trate de un sector muy duro a nivel económico, esa magia es lo que hace que ella siga aquí. Relaciona el peso de su objeto y su relatividad: a veces te pesan las decisiones y, pasado un tiempo, dejan de pesar tanto. Si colocas el objeto sobre la mesa, se mueve, no se puede impedir. «Como los proyectos que hacemos».

En eso consiste trabajar con cosas vivas, según Zoe. Desde su lado se vive igual. «Todo el rato tienes que explicar que lo que haces tiene otras lógicas, otros tiempos. La burocracia te obliga a poner sobre un papel qué vas a hacer. Es más fácil con objetos muertos, pero cuando empiezas a meter la escucha, los cuidados, las voces múltiples, la apertura… el sistema se desestabiliza y da error. Tiene que ver con trabajar con cosas vivas. ¿Cómo hacemos para que esté muy claro desde el inicio que ese es uno de los objetivos, que no se trata de un accidente ni de un error? Nuestro objetivo es trabajar con cosas que se mueven, con cosas que se afectan». La segunda fase del proyecto Una ciudad muchos mundos se enfoca en proyectos senior (no jóvenes) y se publicará bajo el título La colaboración en disputa. «La colaboración es muy exigente y produce roces, parte de un disenso. No son proyectos de resultados y de resoluciones, así que debemos apartarnos de esa carga. Son temas muy grandes que el arte no va a resolver. A la hora de comunicarlos a la administración, a la Unión Europea, te obligan a hablar en términos de éxito y desarrollo, en contra de su propia naturaleza. Aquello que está vivo le va muy mal al aparato». Zoe plantea la analogía de un líquido que se derrama sobre un ordenador. «Logramos un montón de cosas, pero si lo que estás pidiendo es un resultado en un tiempo corto, no estás entendiendo su naturaleza».

Bloque 1. Inicios de Intermediæ

11:27

Ana explica que aunque Christian está tomando notas para la relatoría textual, es importante que todo el mundo sienta comodidad para hablar libremente. Les asegura que podrán revisar el texto antes de que se publique, y que editaremos lo que consideren necesario. Dedicaremos los siguientes bloques a tratar algunas cuestiones desde la experiencia de Zoe y Tommaso en Intermediæ.

Marco conceptual, situación actual, estructura y sostenibilidad, funcionamiento y posicionamiento en el sector.

Zoe decide que hablará desde el presente. Intermediæ es un programa que nace dentro de Matadero Madrid. Le gusta más pensar en ello como un do tank que un think tank, la investigación desde la práctica, reivindicando el Hazlo tú mismo. Desarrollar herramientas para volver sobre lo que se ha hecho y continuar mejorando (como por ejemplo, una relatoría). El proyecto tiene una estructura ligera, y esto le ha permitido expandirse y contraerse. Nunca ha anhelado una estructura clásica. «Desde Intermediæ, la idea ha consistido en ser más líquidas, tácticas, explorativas, horizontales, más feministas. La ligereza y la inmaterialidad te permite hacer cosas que le van mejor a este tipo de prácticas, más distribuidas que centralizadas, más a la escucha que a la proposición». Por eso funcionan a menudo mediante convocatorias, co-comisariados y colegiando decisiones. Bajo esta premisa, han generado tanto pequeños proyectos como grandes programas. También son conscientes de la hiper-discursividad, trabajan desde el hablar y el escuchar, pero han comprobado sus límites. Últimamente piensan en aquello que se escapa, lo que ocurre cuando te relaciones con comunidades más complejas o menos normativas, en las que lo discursivo no encaja del todo. «Lo discursivo es necesario, pero también es insatisfactorio e insuficiente, tiende a la autorreferencialidad. Por mucho que estés trabajando con una comunidad más compleja, al final acabas trabajando con las personas privilegiadas dentro de esa comunidad. En ese territorio complejo, que desborda el contexto de las prácticas municipales en el que nos inscribimos, pero entre las que se encuentra ya indivisoriamente, es en el que vamos a seguir trabajando. Siente como ventaja su trayectoria de muchos años, y estar en un lugar privilegiado. «Lo que se puede aprender es exponencial, y cada proyecto es un pequeño máster».

Cada cierto tiempo, se han planteado Intermediæ como hipótesis: ¿qué pasaría si Intermediæ fuese…? En 2015, se preguntaron qué pasaría si fuese una escuela. Acumularon una cantidad ingente de información, herramientas y contactos. Por ejemplo. Les encantaría seguir encontrando las formas de extenderlo y compartirlo, como un laboratorio del que se podría extraer muchísimo. Hay mucho que compartir. Hay proyectos que han formulado este problema magistralmente, como el Banco Común de Conocimientos (BCC) impulsado por Platoniq.

Hablamos sobre la importancia de las puestas en común, cuando se trabaja con otres. Uno de los roles que sostiene Galaxxia es la evaluación durante el proyecto, algo que les parece importante. Entienden los proyectos como semillas, que en ocasiones pueden dar pie a un jardín y en otras a una flor dentro de un jarrón. Dejan un poso, y contaminan los modos de hacer y pensar. Zoe: «La forma de evaluación se tiene que hacer en función del objeto que evalúes. En ese contexto, Imagina Madrid nació queriendo ser mapa, no semilla». «Las cosas que realmente pueden actuar como semillas no son las gigantes». Pone como ejemplo los Miradores (Mirador Usera y Mirador Arganzuela).

Ana expone el caso de Galaxxia. «Nuestro primer año fue irrisorio, entre la covid-19 y la escala de la propuesta, pero ahora el presupuesto que presentamos a la Fundación Daniel y Nina Carasso ha cubierto el trabajo de diseño y los honorarios». Le llama la atención que no se actualice este imaginario del arte contemporáneo-comunitario, que se mantenga la idea de que la cultura debe generar un producto. Zoe le responde que son herederas de todo eso. «Hubo un encuentro al respecto muy mítico, llamado Para quienes disfrutamos trabajando. En octubre va a venir Remedios Zafra, que ha escrito un nuevo libro, Frágiles. Estamos en un momento todavía más bestia, la presión no ha hecho más que avanzar. Desde las instituciones públicas se percibe este crecimiento de la cultura del emprendizaje y esta aceleración del trabajo cultural por cuenta propia que es marca de la precariedad, en un marco de ayudas, becas, programas e instituciones que podrían darle marco que se mantienen con muchas dificultades, no ya presupuestarias, pero si carentes de la estabilidad necesaria para sostener y proteger el tejido cultural.

Iris se pregunta cuándo habrá unas políticas culturales que hagan posible el trabajo cultural. Zoe explica que la inversión en cultura es cada vez menor. A veces es preferible gastar: «las sillas en las que estamos sentadas tienen un coste de unos 400 euros en el mercado, pero han durado estos 15 años. Y no son de IKEA». Iris piensa que a raíz de la pandemia hubo un momento de poner en valor la cultura, pero ¿qué tipo de cultura? Un 90% de las iniciativas culturales han caído, recuerda Ana. Zoe lanza un rayo de luz: «Dicho esto, veo soluciones». Todes quieren escucharlas.

Bloque 2. Relación entre la institución y agentes culturales jóvenes

Galaxia quiere saber más sobre la relación entre la institución y agentes culturales menores de treinta y cinco años y/o iniciativas de nueva creación: convocatorias y procesos de selección, temporalidades proyectuales y procesos de colaboración. ¿Está en relación con que Intermediæ está supeditado al Ayuntamiento de Madrid? Una institución canónica, con roles piramidales y cierta calcificación de sus prácticas... algo que genera una dicotomía con la cultura contemporánea y el «poner la vida en el centro».

Zoe cree que es importante explicar desde Intermediæ que lo ideal, y como se ha venido trabajando durante la primera etapa, es que al tratarse de un espacio municipal, no se discrimine a la gente por edad ni por otros motivos. Dar por hecho que con menos de treinta y cinco años eres joven, o no, es algo que también cuestiona. Hablando un poco irónicamente, quería hacer referencia a las perspectivas edadistas, otro tipo de discriminación también muy presente en la cultura de masas. Pero entendiendo perfectamente el posicionamiento y reivindicación de “productores culturales menores de 35 años”, sobretodo desde la perspectiva de reclamar el acceso al mundo laboral profesional en el “sector” cultural… Desde Intermediae nos encantaría poder reforzar no sólo a los artistas sino también alos productoras culturales jóvenes, en un momento en que podrían aportar riqueza y también futuro! En estructuras institucionales en las que los equipos no son numerosos.

Ana explica, sobre la cuestión de los treinta y cinco años y la juventud, su labor de situarse desde las lógicas institucionales para cuestionarlas y subvertirlas. «Como agentes culturales menores de treinta y cinco años y atravesadas por estas cuestiones, queremos acompañar procesos que estén en una situación similar. Hablamos de lo millennial porque nos hemos comido dos crisis, nos posicionamos desde ahí. No podemos acceder a otras convocatorias porque no cumplimos los requisitos de tener experiencia». Zoe cree que la principal traba es el acceso al trabajo. «Yo tengo cuarenta y dos años y no soy nativa de la estabilidad laboral, trabajo con gente de cincuenta y tantos que sí la recuerda. Es flipante ver la carencia de herramientas de formación práctica. Cuando viene un becario, no os podéis imaginar cómo se nota que durante muchas generaciones no ha habido la posibilidad de responsabilizarse de ciertas tareas. Hasta que no estás a cargo de una la totalidad de un proyecto totalmente, no te vas a situar, eres solamente un subalterno».

Ana considera que se pueden extraer muchos aprendizajes trabajando como camarera, «pero hay gente de nuestra generación que ni siquiera ha tenido eso». Zoe veo como infantilización el decir que eres joven si tienes menos de cuarenta años, «es una aberración que lleva a problemas graves. Las mujeres de mi generación han sido madres de milagro, con cuarenta estás al borde de no poder tener hijos. No se ha puesto todavía en la agenda, con la importancia que tiene. Tenemos profesores universitarios con sesenta años o más, que empezaron a trabajar muy jóvenes, y forman esa generación que han sido actores y protagonistas, creadores y fundadores de instituciones, periódicos, programas... y que a menudo se quejan de que sus estudiantes son “infantiles” o irresponsables, inmaduros, insolidarios. El problema es que si no tienes medios y no te puedes independizar, no te puedes hacer cargo de tu propia vida. Y si no tienes las riendas de tu propia vida, se puede convertir en un problema social, que es a lo que podemos estar encaminándonos. Es la pescadilla que se muerde la cola, porque hasta que no te haces responsable de algo con toda la complejidad que eso conlleva, las decisiones, los equilibrios, que ser responsable significan, no es fácil alcanzar una comprensión de esa complejidad y por tanto ser solidario»

Iris siente que si no asumes esa responsabilidad, cuando te llega al fin, lo que haces es cuestionar tu propia valía. Zoe responde que vivir bien genera un efecto de adormecimiento: «Con los recursos que tenemos, hay soluciones. Pero hay un despertar y un empoderarse, una necesidad de ponerse las pilas generacionalmente para atacar por todos los flancos, y levantar el tapón. Si eres mujer, es más grave. Ya no eres joven. Lo ves en los concursos: las mujeres que dirigen son mucho más mayores que los hombres que lo hacen». Iris observa que en el colectivo son un grupo de cuatro mujeres. La cultura está feminizada, sobre todo en los puestos más bajos en el escalafón.

Herramientas para interlocutar con proyectos jóvenes

Desde Galaxxia, quieren saber qué herramientas funcionan en Intermediæ a la hora de interlocutar con proyectos jóvenes. Zoe responde que una herramienta muy buena sería no infantilizar, y evitar los paternalismos. «Tener la capacidad de hablar con». Ana pide un ejemplo de algún proyecto con personas jóvenes, y qué cosas han podido detectar. «Las cosas son producto de lo que haces. Lo que decías de la semilla, si no riegas nunca… En el desierto que es este panorama, los proyectos impulsados por jóvenes son escasos o inexistentes, y cuando existen están ultra ayudados, están muy producidos. Son audaces o inspiradores pero corren el peligro de ser fagocitados con facilidad. Son muy amansados, no tocan nada que sea espinoso. Se le tiene miedo a la juventud, está estigmatizada. Desde Ciudad bailar están trabajando con gente muy joven, que bailan todos los días, visten y hablan de manera diferente. Percibes ese estigma, esa pregunta que te hacen con miedo de “¿pero vas a hacerlo con jóvenes?”. Los jóvenes dan miedo a los mayores, y si además son racializados, se convierte aún en algo más difícil; cuando las generaciones jóvenes son más mixtas, como es lógico. Zoe pone como ejemplo el festival de cultura adolescente FESTeen, pobre en lo que se refiere a cultura comunitaria. «La solución no es hacer un jurado joven. Lo ideal sería que hubiera políticas, claves, estrategias, un contexto y un ambiente en el que como joven pudieras desarrollarte, acceder, formarte… no ser simplemente parte de un jurado en un contexto en el que no cambiarás nada. Para una comunidad frágil, esto es una trampa: te dejan ser comisario por un día, pero ¿qué pasa con lo que tienes detrás? No basta con hacer un huequito un día, se debería afectar de otra manera, para que se generen cosas más valiosas». Ana se reconoce en esa demanda desmedida hacia la juventud: «Con esta parcelita que te doy, tienes que hacer mucho, más rápido y más barato. Pero nos faltan herramientas y experiencia para gestionar algo que pueda funcionar a esa escala, el haber tenido la posibilidad de formarte con una visión más amplia sobre la sociedad». Zoe reconoce que existe poca paciencia porque están sometides a un ritmo frenético. «Hemos intentado hacer programas de shadow worker, programas de becas y el Ayuntamiento hacía prácticas remuneradas, media jornada por 800 euros al mes. Pero ahora las prácticas no se pueden remunerar, y con la covid-19 ni siquiera se pueden realizar». Ana coincide, en el máster que está cursando se están encontrando con la dificultad de realizar prácticas. «Las instituciones dicen que si tienen a alguien en ERTE, no pueden incluir a una persona en prácticas». Zoe defiende que no puede ser una excusa, que las prácticas deben seguir. Otra cosa es que no haya gente que te pueda tutorizar, pero esto es porque no se ha priorizado la formación a jóvenes, no se considera clave en la cultura empresarial… un error. La faceta formativa de una empresa –en este caso sería la de una empresa pública, que tiene la obligación de ser un ejemplo de buenas prácticas–, deberíamos tener otra consideración del papel de la formación y de las becas en prácticas. En este caso, son centros culturales de prestigio que podrían funcionar como un espacio de formación valiosísimo para gente joven; que las prácticas sean o no remuneradas o no es un criterio de las empresas.

Iris pone el ejemplo de Francia, donde tras las prácticas realizan lo que se llama un servicio cívico. «Conseguir que las prácticas sean remuneradas es bueno», continúa Zoe, «pero tiene que haber más medidas para mejorar el acceso al empleo de la gente joven. En Francia han hecho más experimentos de ida y vuelta, en Alemania han sido más estables y funciona mejor. Si los puestos públicos tienen mayor rotación, como en Inglaterra, aunque sea un modelo neoliberal, si existe esta rotación, al menos al nivel de acceso a la profesionalización existe, aunque sea al precio de mucha competitividad. También que exista un ecosistema de instituciones, empresas y espacios mixtos, independientes, salas, cines, galerías, talleres... ayuda a esto. En España no hay esta riqueza ecosistémica.

Bloque 3. Futuro y sector cultural

Galaxxia lanza una pregunta que desprecia (habitando su contradicción): ¿dónde os veis de aquí a 5/10 años? ¿Es equilibrada la concepción del sector cultural como un bien esencial (y su producción como un derecho humano fundamental), en comparación con la sostenibilidad de la vida de los agentes que lo construímos? ¿Qué reflexiones extraéis de la crisis por la covid-19? ¿Qué grietas del sector y de nuestro trabajo percibís que se están afectando o que se pueden afectar?

Hablamos sobre esa contradicción de despreciar una pregunta, y sin embargo perpetuarla. «Esas preguntas son trampas», aporta Zoe. «¿Quiere decir que tengo más futuro que pasado? ¿Hasta cuándo nos preguntarán por el futuro?, dice Iris.

Desarrollamos un proyecto bonito al final de una etapa, Future Archive (2009), con gente de critical practice. Nos invitaron a pensar en cómo veíamos Matadero Madrid proyectando al año 2052. Mezclando en grupos a gente del barrio, representantes políticos, responsables de prensa…». Zoe imaginó un lugar abandonado, un escenario a lo Mad Max pero autogestionado por la gente. «No lo digo como distopía sino quizá como utopía, como en Argentina u otros contextos, donde la gente colectivizó espacios producto de algunas grandes crisis. La llave en la puerta, esa de la que hablábamos al inicio». Por otro lado, escuchó cosas increíbles y tomó conciencia de cómo les veía la gente desde fuera. «Creo que si Matadero no frena esta inercia del presente, va a estar cada vez más estandarizado, más pobre en todos los sentidos. Ahí delante está el centro comercial –señala al otro lado del río–. Matadero forma parte ya del centro de la ciudad, con sus potencias y sus decadencias». A pesar de la pandemia, nada ha tenido que cambiar, el modelo ha resistido. En una lectura más positiva, «te das cuenta de que, poco a poco, se van conquistando terrenos y algunas cosas caen por su propio peso. Como pasa con la crisis climática. Intermediæ o Medialab-Prado pueden sufrir vapuleos hasta encontrar su tamaño, pero hay un terreno ya conquistado. Buscar cómo dar bien el relevo, sostener las fórmulas de contacto, las claves, creo que sí se va a poder hacer. Son prácticas y territorios que cada vez se van entendiendo y reconociendo más, porque son el presente y el futuro. Puede que cambie la cara de quien dirige, y debe cambiar!, pero seguiremos siendo. En teatro y en cine que tienen el modelo diferente, hay mucha discontinuidad, pocos actores, directores, viven de su trabajo. En el contexto de la cultura pública, se trata de sostener programas, espacios culturales en los que se promueve, divulga, abre de manera amplia, gratuita, para mayorías y para minorías.

Iris pregunta a Zoe y a Tommaso si se ven, personalmente, en el sector cultural dentro de diez años. Zoe lo tiene claro: «Sí, es mi vocación y me apasiona. Pero creo que me gustaría diversificar. Quizá para ser más resilientes con la que está viniendo, es interesante hacer un poco de mezcla. En el sector cultural, es lo que nos ha tocado. No hay apenas trabajo por cuenta ajena en cultura, y en el sector público somos directamente una especie en extinción, y parece que nos extinguiremos. No voy a abandonar el sector cultural, pero a lo mejor desarrollaré dos o tres iniciativas más modestas vinculadas con diferentes equipos, con una faceta productiva mixta. Lo culinario, el diseño gráfico, la asesoría… La cosa pasa por decrecer y diversificar: este trabajo estandarizado de cincuenta horas semanales haciendo lo mismo, es un trabajo ultra creativo, pero es muy pesado, muy poco visible, cansa mucho y hasta te enferma.»

Tommaso también se ve en el sector cultural en diez años, pero no descarta dedicarse a una labor más social, y tal vez fuera de Madrid. Lleva en la ciudad desde 2009, y a Intermediae llegó en 2010 haciendo precisamente sus prácticas. Zoe le pregunta: «¿Sabes lo que se dice que es la mejor publicidad de Madrid? Lograr convencer a los madrileños de que en Madrid se vive mejor que en otros lados. En Madrid soportas el maltrato. A cambio tienes muchas cosas, claro. ¡Muchísimas!».

Tommaso cree que la ciudad está agotada y que con la pandemia ha sido consciente de que un contexto rural no sería descartable, o que, al menos un descanso de la gran ciudad, de Madrid, le vendría bien. Un cambio de lugar, no sabe si en su propio país o en otro.

12:58

Compartimos opiniones sobre la diferencia de vivir en una ciudad y en un pueblo, sobre la maternidad, las trayectorias vitales y los anhelos. Se hace necesaria una pausa, y salimos para descansar bajo el sol, tomar unos cafés y tomar aire.

Bloque 4. Políticas culturales

13:39

En un marco actual en el que las políticas son aparentemente participativas pero están fundamentadas en la rigidez burocrática, ¿cuáles serían las acciones necesarias? A pesar de los pesares, ¿estáis contentes con el trabajo de Intermediæ a lo largo de estos años? En otras palabras, ¿cuáles son las grietas para incidir?

Tommaso pone un ejemplo del pasado. Allá por 2012-2014, existía una política de alquileres en Matadero, que malentendió -a su parecer- su Nave 16 como pulmón económico (siguiendo la lógica de que «Matadero debe ser rentable»). Pusieron en marcha un proyecto que permitía a asociaciones y al tejido más próximo a Intermediæ acercarse y formar parte de la programación, sin estar sujeta a un alquiler. Diseñar juntes. Incluir esto fue clave para que les agentes no tuvieran que pagar.

Zoe continúa: «Tienes que hacer alarde de tu fuerza y estar muy presente, demostrar a todo el mundo que hay una comunidad que te respalda y te necesita. Los recursos (no ya presupuestariamente) son cada vez más limitados y menos flexibles. Tu trabajo regulado se va separando cada vez más de lo que tendrías que poner en juego. Depende cada vez más de las personas, y en ese sentido la clave es cómo ir abriendo grietas. Las comunidades están más vulnerables que nunca. El sistema funciona mejor con aparatos muertos, consumibles, fácilmente etiquetables… pero al mismo tiempo ya estaba en crisis el modelo del museo, el de la obra de arte, incluso el del creador. Cada vez es más difícil encontrar un museo que no esté atravesado por una crisis de modelo. Se han quedado en la idea de patrimonio, y de atractor de turismo, y es evidente que no es suficiente y no lo va a ser a largo plazo. Para mí, la pregunta clave es ¿para qué sirve ahora un espacio como este? Eso es lo que os preguntaría a Galaxxia y a las personas jóvenes. Veníamos de un modelo de cultura pública, del que no nos queremos retirar, pero cada vez se nos hace más difícil. Yo estoy abierta a modelos mixtos, porque entre no existir y sí existir…». Una de las hipótesis más radicales que hablaron, en mesas de trabajo y laboratorios en 2017, fue la apertura de espacios a colectivos, para que un colectivo tenga aquí su base de operaciones y su programación, con una devolución pública. Pero la versión explotadora de este modelo es el hub, el alquiler de espacios públicos a empresas que buscan en último término, el lucro. Empezamos con la hipótesis de la nave como espacio público, luego hemos ido soportando diferentes vaivenes con estrategias muy desde abajo, con diferentes tensiones y apoyos, y ahora se hace más urgente que nunca preguntarnos para qué sirve esto. Creo que atraviesa muchos espacios, como nuestras vecinas en el Centro de Residencias Artísticas. ¿Qué necesitan los artistas jóvenes, los comisarios, los productores, los investigadores, los mediadores? ¿Dinero, espacio, asesoría? ¿por qué no volvemos a pensarlo juntos? En realidad se necesita todo, dependiendo del proyecto unas cosas más que otras. Sigue habiendo personas y colectivos a los que Matadero les sigue siendo útil como espacio de conquista, escenario y legitimación... En un panorama de escasez absoluto, todo nos viene bien. Pero si solo pudiéramos hacer una cosa, con pocos recursos y poco tiempo, ¿qué abriría camino? Estamos pensando en lanzar una convocatoria con esa premisa. Se cruza con nuestro interés en la juventud. En lugares como Suiza, Inglaterra, o incluso en en el estado, en o Cataluña, la percepción de artistas jóvenes es una riqueza». Ana responde «Y no es algo romántico, en Cataluña esta percepción de la cultura es beneficiosa económicamente, es su marca cultural». Zoe explica que el modelo económico en Madrid es muy distinto, que no apuesta por esa vía. Ella ve un espacio posible, desde el que sería posible buscar financiación, buscar socios y trabajar en un modelo que cuide y sostenga, con fórmulas renovadas, una comunidad artística que siempre es la base de la riqueza y la diversidad que vamos a necesitar en el futuro próximo.

Ana repite la pregunta inicial y matiza. Desde vuestro punto de vista, de lo micro a lo macro, ¿podrían estar situadas en buscar esos espacios intermedios? No tan segmentados, sino trazando puentes entre ellos.

Zoe responde: «Existir es suficiente, demostrando que el modelo que tenéis entre manos funciona y existe (porque existir ya es un objetivo y un logro, para proyectos independientes). Que vuestras ideas encuentren un espacio y que lo podáis hacer sostenible. Ser muy hábiles y persistentes en no desistir, porque se trata de un camino duro. Diversificar (aunque no haya muchas opciones en Madrid) asociándoos con instituciones de mayor calado. Yo sería muy hacker: no intentar ser lo que no se es. ¿Qué se puede hacer desde lo micro? Si no tienes cargas pesadas ni burocráticas, no te hagas cargo de cosas que no te son propias. La contratación, por ejemplo, no es tu problema.» Desde su lado, ve todo lo pesado y obsoleto del modelo, lo que siente que acabará con él, y le resulta más fácil ver las potencias y fortalezas de estar fuera, de no sostener esas cargas. «Aunque pueda sonar muy neoliberal, creo que es en lo que te tienes que apoyar: tener la capacidad de decrecer y ser flexible. Tú no necesitas una sede ni un alquiler. ¿Que necesitas espacio para un proyecto? Pues por ejemplo en un espacio como Intermediæ se ha generado marcos discursivos y presupuestarios para ser flexible y darte esa cobertura. Hay que ver qué sinergias existen y trasladarlas a contextos como este que habéis generado, ver para qué entidades os seríamos útiles, y cómo. Nosotras, por ejemplo, seremos muy dialogantes pero no somos muy posibilitadoras, tardamos un tiempo considerable en reaccionar, no somos ágiles. Otros espacios a lo mejor son más flexibles o tienen un espacio de becas, no te acompañan tanto o no te abren tanto el código (te van a contar un relato de éxito con el que no puedes aprender tanto). El objetivo de proyectos como el vuestro es salir adelante e ir buscando las fuentes. Buscar una estabilidad laboral o sostenibilidad. ¡Haced un proyecto sobre eso!».

Existen muy pocos espacios de formación y acompañamiento, continúa explicando Zoe. «El problema no es que no sepas hacer una factura o un dossier. Podéis montar vuestra empresa y vuestra asociación. Vuestras tres entidades fiscales y, pasando muchas horas delante de un ordenador, salir adelante porque sois muy listas ytenéis muchas herramientas». Si no existen recursos públicos, alguien lo tendrá que hacer. Ahí se abre un espacio que otra gente, en otros lugares, lleva explorando más tiempo. «Ir en red y asociarse también es importante, como el trabajo que ha hecho AMECUM. No han abordado el desafío teórico ni conceptual como principal objetivo, no han puesto el foco en hacer aportaciones académicas, por ejemplo, y sin embargo han priorizado una tarea política, como es visibilizar un rol que está invisibilizado, y ahora existe ese espacio. Si desde una insitutición ahora quieres hablar de del tema de la mediación, piensas en AMECUM. Esto es un logro muy grande y además muy coherente con el mismo ámbito de trabajo, no protagonizar un discurso, sino trabajar en asociarse y reivindicar la necesidad de la existencia de un espacio común. Toma mucho tiempo y consume mucha energía, el aprender haciendo. Una clave que yo he visto en proyectos colectivos muy potentes es que aunque cada miembro tenga sus proyectos, haya otros en conjunto. Respetar la individualidad dentro de la colectividad. Esos equipos mixtos donde una tiene idiomas, otra sabe de diseño, otra de pedagogía… puede ayudar tener varias patas pero al mismo tiempo estar arropada por un colectivo, más que estar en solitario».

Bloque 5. Pregunta que Intermediæ lanza a Galaxxia

En Galaxxia son, precisamente, un grupo mixto como el que describe Zoe. De manera individual, responderán a la pregunta que lanzaba antes Zoe: ¿qué haríais con un espacio como este?

Iris se imagina un espacio donde hacer, sí, pero profesionalmente. «Yo quiero aprender pero ya he pasado por un contexto académico, no quiero un curso. Una charla quizás tiene sentido, si esta tiene un objetivo. Si visito una exposición, es porque espero otra cosa: aprender, conocer a alguien, participar en algo. Un contexto que me llame». Muchas veces en las charlas ha echado en falta un tiempo para el diálogo con otres participantes. La posibilidad de tejer redes con toda esa gente que tiene intereses compartidos. Extraña espacios intermedios, que entren en la vida profesional, y que necesitan de un presupuesto digno.

Ana piensa en un espacio para proponer y hacer, dando apoyo a proyectos jóvenes y a proyectos existentes que buscan su continuidad, sin que se les exija siempre la novedad. Zoe responde que «la llamada economía creativa se basa en que todo el rato tengas nuevas ideas, es extractivista. Mucha gente tiene una o dos ideas buenas, lo que necesitamos es sostenerlas». Hablamos de cómo las convocatorias siempre piden proyectos inéditos, en lugar de brindar continuidad y sostenibilidad económica. Zoe nos cuenta cómo, desde 2012, casi ninguno de los proyectos apoyado por Intermediæ ha durado menos de tres años. «Nos tenemos que inventar los modelos de sostenibilidad económica, porque no existen» se lamenta Iris, «Siempre queremos abordar esto, pero notamos que nos faltan herramientas».

Iris duda. A lo mejor no se trata de contar con una persona, sino saber que existe un marco profesional en el que puedes trabajar con modelos económicos distintos. Zoe les anima a lanzarse a la piscina. «Becas, subvenciones, instituciones a las que presentar proyectos… pero todo eso no es lucrativo. Por eso son interesantes los modelos de emprendimiento mixtos. Montar una editorial que produzca libros y los miércoles cocine pizzas. Se podría dar continuidad a los proyectos, es cuestión de voluntad. Pero ahí está el fantasma de la endogamia, la maquinaria de la vanguardia y la obsesión con lo nuevo… Claro que se podrían hacer proyectos bianuales, trianuales. Pero habría que buscar socios privados (una fundación, una embajada, etc) que te ayuden a comprometerte como institución pública. Nos obligan a comprometernos durante dos o tres años. Generar proyectos en los que cada entidad aporte y se comprometa con sacarlo adelante. Con iniciativas tan pequeñas y frágiles, es muy difícil». Por eso espacios de diálogo como este son muy útiles. Zoe cree que lo que han hecho con Gravedad13 es un prototipo: «Os habéis formado vosotras, pero debe tener mayor devolución pública e impacto. Si esto lo pudiera escuchar un montón más de gente joven, estoy segura de que funcionaría y tendría gran interés. Un buen programa, que vaya más allá del autoaprendizaje, creo que sería viable. Con diferentes socios comprometidos en diferentes cosas. A lo público le pedís financiación, y la devolución pública es justo lo que necesitan ellos. Que tenga una dimensión pública y de utilidad para mucha más gente».

Iris retoma el uso de este espacio. «Hay que hacerlo imaginable. Muchas personas jóvenes no se imaginan accediendo a este lugar». Zoe recuerda un proyecto de una escuela-taller para formar agentes de cambio en la ciudad. Mediadores entre los diferentes estamentos, desde lo ambiental a lo cultural, pasando por lo comunitario. Con un número de plazas en forma de prácticas laborales remuneradas, en la que los socios se comprometían además a contratar al menos a algunos de los jóvenes que se formaban. Ana recuerda los proyectos que apoyaron el año pasado con la convocatoria de Galaxxia. Les desgastó mucho esa primera etapa por resultar demasiado ambiciosa, por eso ahora quiere ir hacia el minimalismo. Zoe dice que no conoce un marco apropiado de financiación de programas de cultura comunitaria, pero con los tiempos y la naturaleza que requiere. «Cuando llamo a un comisario o a un mediador, no sé qué es lo que va a pasar. Eso no se mide, no se remunera, no se valora. El contexto os va a pedir un proyecto muy claro y luego es fácil que os sintáis muy solas, teniendo que dar cuenta de muchos objetivos complejísimos de alcanzar».

Irene fue una vez a una charla en Traficantes de sueños, donde Ana Longoni, que había participado en los Laboratorios ciudadanos de Lavapiés estaba construyendo un archivo y dijo una cosa. «Los archivos tienen que rescatar el pasado, traerlo al presente y pensar el futuro». Ella se imagina aquí un archivo de cosas que ya han sucedido, para ponerlas sobre la mesa y preguntarle a la gente qué harían ellas. Ana valora la capacidad de poder rescatar lo ocurrido, preguntarnos dónde estábamos hace cinco años (en lugar de preguntar dónde te ves dentro de cinco). Zoe lo reconoce como algo tan pertinente que ha sido la columna vertebral de Intermediæ, desde la apertura de Matadero. «Como decía Derrida, un archivo archivable. Ana Longoni es experta en archivos.

La primera vez que Irene visitó Matadero, nos cuenta que empezó a creer y a poner en valor este tipo de espacios. Queda un poso en la gente, se convierte en una necesidad. Cada encuentro que hemos tenido le deja pensando en todo lo que ha aprendido. Zoe piensa que el archivo es vital. «Todos los comisarios que han pasado por Intermediæ han reflexionado sobre cómo contar lo que hemos hecho, y todos han fracasado estrepitosamente en el sentido que el reto era complejo y la ambición era grande: archivar elementos en movimiento». Irene sabe que es difícil, pero Intermediæ también es un archivo en sí mismo: «Podría ser un lugar en el que no es una clase, no es una charla, pero al que vas y tres horas más tarde, sales con la cabeza llena». Zoe reflexiona sobre cómo ha pasado ya una década, y no tienen un libro sobre su historia.

Cierre

Galaxxia concluye reflexionando sobre el momento en el que se encuentran ahora como colectivo. Saben que tienen energías limitadas, están pensando estratégicamente en cómo sobrevivir. Galaxxia tiene una fecha de caducidad para ellas, y es que siempre pensaron que el equipo motriz debía rotar.

Zoe responde con un consejo final, con esa claridad de quien te mira desde fuera: «Vosotras dejaréis de ser jóvenes, pero no dejaréis de ser expertas en juventud».